Con la ocasión de un viaje a Bruselas, decidí escaparme un día y visitar Brujas. Había estado allí hace unos años, y me había encantado, así que aproveché la ocasión para pasear de nuevo por sus estrechas calles y asomarme a sus canales.
Me fui en metro hasta Gare du Midi donde compré un billete de ida y vuelta para el mismo día a Brujas. El tren tarda aproximadamente media hora, es un cercanías regional con bastante frecuencia y el trayecto ofrece unas vistas estupendas de la campiña flamenca.
Llegué a la estación con tiempo suficiente para pasear hasta el centro histórico, donde había cogido un free tour guiado a media mañana. El punto de encuentro era La plaza del Campanario y allí debía buscar a mi guía, ataviado de rosa cantoso. Hice una prospección disimulada buscando a mi guía.
El caso es que ya era casi la hora y mi guía no aparecía; les puse un correo y nada. Así que me acerqué a los otros guías que ya se estaban organizando para ver si podía apuntarme a alguno de esos en el último momento. Planificar está muy bien pero saber adaptarse e improvisar es imprescindible cuando vas de viaje. La conversación con este guía fue tal que así:
- Hola, mi guía no aparece y me pregunto si puedo apuntarme con alguno de vosotros
- ¡Qué raro! Estamos por aquí todos, ¿con qué operadora tenías el freetour?
- Con BrujasTour
- …
- …
- Estamos en Gante
- ¿Seguro?
- …
Pues Brujas estuvo muy bien, ¡¡y tocaba visitar Gante!! Así que me hice con mi grupo gantés y dedicamos dos horas a pasear por sus estrechas calles y a asomarnos a sus canales. Con un frío invernal de compañero, recorrimos la capital de la Región Flamenca: la Torre Belfort, el ayuntamiento, la Iglesia de San Nicolás y sobre todo la catedral de San Bavón, vimos los edificios gremiales (que no falten las historias picantonas de marineros y prostitutas >_<), y varios mercados.
Lo más interesante de estos tours para mí es anotar visitas posteriores que quiero hacer con más detenimiento. Me despedí del guía a las 13, que es hora perfecta para comer en esas latitudes, así que sospeché que El Cordero Místico estaría prácticamente vacío. Este enorme mural de los hermanos Van Eyck se visita desde la Catedral de Bavón. La entrada incluye una audioguía que tiene modalidad larga (la que hice la primera vez que visité este cuadro) y modalidad corta, que hice esta vez, pues mi apuesta sobre la concurrencia no pudo ser más errada. Los hermanos Van Eyck tienen mucho tirón y la pequeña sala estaba atestada. Así que en esta ocasión me conformé con contemplar esta magnífica obra de arte y refrescar la parte cultureta del cuadro.
Con tanto dato histórico el hambre empezaba a ser acuciante, así que fui a un sitio de sopas que tenía localizado para comer. Un restaurante de sopas y sandwiches. Sólo por esto les pongo una calle. El resto del post lo voy a dedicar a alabar las bondades de un país que es tan creativo con las sopas. Ojalá importáramos esta costumbre en España y les diésemos a las sopas más notoriedad.
Una costumbre gantesa que me pareció super original es que en cierto momento quisieron darle vidilla al pueblo, y conectaron las farolas de la plaza junto al Castillo con el hospital, en particular, con el área de maternidad. Cuando hay un nacimiento, desde el hospital se activa un mecanismo que enciende y apaga las farolas 3 veces, para avisar de la buena nueva a quien pasee por ahí. Cuando es de noche, el mecanismo apaga y enciende las farolas.
En mi anterior visita con Alex, no habíamos entrado en el Castillo, pero nuestro guía nos lo recomendó y tenía tiempo suficiente, así que después de comer (esa maravillosa sopa, no me canso) me dirigí al castillo. La entrada también incluye audioguía, a elegir entre varios idiomas, entre los que está el español, así que me colgué la cosa esa y me dispuse a una visita de más o menos 1 hora entre los muros del Castillo de los Condes de Flandes.
Nada más comenzar con la guía, ¡sorpresón en las Gaunas! una voz masculina hablando en español con acento afrancesado (del que hace de reír), nos comparaba las vicisitudes de los soldados medievales con la problemática de encontrarse un yogur el día mismo de su fecha de caducidad. Mi expresión viraba de la hilaridad desternillada cuando hablaba de (a ver si lo puedo decir finamente) cómo cagaba el rey, hasta el asombro epatado cuando comentaba que ahí el joven conde había ascendido gracias a las “folladas a la princesa” [sic].
Resulta que hace unos años, la audoguía del castillo tenía unas puntuaciones lamentables, y decidieron darle una vuelta, así que contrataron a un cómico flamenco que nos iba contando el castillo entre chascarillos (no dejéis de observar el ripio por favor). La experiencia fue una fantasía surrealista que por supuesto me encantó y que recomiendo fervientemente. Además, desde el castillo hay una panorámica de Gante única:
Tras esta visita, era difícil que ninguna superase el listón, así que me decidí por un paseo browniano que casualmente pasaron por rincones nuevos para mí. Además, cogí algún caché antes de emprender el viaje de vuelta a Bruselas, donde todo el mundo me iba a preguntar por mi día en Brujas.
Gante es una ciudad universitaria, con mucha vida y (me pareció) bastante gentrificada; se puede visitar lo más importante en un día, aunque da para alguno más si queréis explorar lugares menos comunes, como el Museo de Bellas Artes, que dejé pendiente para próximas visitas. ¡Hasta la próxima aventura dendarii!
Os dejo las fotos del día, para que sepáis distinguir bien Brujas de Gante: