En julio de 2022, el equipo Tontako hicimos por fin un viaje que teníamos previsto desde hacía tiempo: el Camino de Santiago del Norte. Como teníamos una semana, decidimos hacer el tramo desde Irún hasta Bilbao.
El Camino de Santiago del Norte recorre la costa cantábrica desde Irún y llega hasta Arzúa, donde se une con el Camino francés. El camino del norte es mucho menos transitado que el francés, y por eso lo elegimos, aunque es bastante inusual hacer el camino de la costa sin haber hecho el de Roncesvalles.
La preparación
Dedicamos mucho tiempo a preparar bien el equipaje; como llevábamos todo en la mochila, preparamos y pesamos bien todo lo que íbamos a llevar. Al final conseguí dejarlo en 7kg de peso base, que está bastante bien, ya que llevábamos hasta saco de dormir.
Para preparar las etapas usamos sobre todo la propuesta de Gronze, que ofrece bastante información sobre la ruta, albergues, cuestiones útiles, y además permite descargar el kml de la ruta. Así que pudimos ir con la ruta offline en nuestros respectivos móviles.
Investigamos algo de los perfiles de la ruta, aunque resultó poco útil porque igualmente nos llevamos una sorpresa sobre el terreno.
También intentamos reservar algo los alojamientos con las etapas, pero renunciamos rápidamente a esto porque nos obligaba a una planificación que no sabíamos si podríamos cumplir. Aunque hacemos senderismo habitualmente, no estamos acostumbrados a hacer caminatas tantos días seguidos y con tanto peso así que había mucha incertidumbre sobre cómo íbamos a responder.
Irún - Donosti
Llegamos a Irún por la noche y nos recibieron los fuegos artificiales de San Marcial. Pasamos la primera noche en casa de mi familia política, donde nuestro anfitrión además es un Amigo del Camino, así que todo eran buenos presagios.
Por la mañana, mi cuñada Pau y su padre Jose Mari nos dieron un regalazo para empezar el camino: en la primera etapa nos acompañaron en los primeros kilómetros, saliendo de Irún, por Hondarribi y hasta la Ermita de Santiagotxo. Allí nos despedimos y enfilamos hacia el Santuario de Guadalupe.
El primer día de toma de contacto hizo mucho calor así que ambos sufrimos bastante con esto. Íbamos con mucha agua y fuimos encontrando fuentes a lo largo del camino para reponer, así que a pesar de todo llegamos bien.
En esta etapa descubrimos un par de sedes de la comunidad/secta de las Doce Tribus, que ofrecen hospitalidad a los peregrinos. Nos tomamos un té en la casetica que montan para los peregrinos y se alegraron al vernos porque “es muy bonito ver a una pareja que sigue adelante a pesar lo malo” (dafuq!).
Terminar la primera etapa fue un gusto increíble. Llegamos a Donosti y pasamos por el Kursaal y paseamos por la Concha, la playa estaba hasta la bandera. Encontramos mesa en un sitio de bocadillos y fue la mejor tortilla del mundo, cansados, agobiados por el calor pero ya en destino.
Fue también el primer día de albergue, de ir aprendiendo las dinámicas, ver a otros peregrinos y dormir con ronquidos ajenos.
Donosti - Zarautz
Este día aprendimos que los peregrinos que van 100% de albergue madrugan mucho para poder coger sitio, puesto que los albergues públicos no reservan, sino que asignan cama según se va llegando. Lo descubrimos cuando a las 5:45 sonó el primer despertador y vimos a la gente que salía pitando.
La etapa canónica va hasta Zarautz, donde resulta que el albergue está cerrado, así que valoramos distintas opciones, pero al final nos decantamos por reservar un hostal y no entrar en la competición por hueco en algún albergue cercano. Hay que tener en cuenta que la oferta exclusiva para peregrinos es mucho menor en el camino del norte que en el francés, y, por otro lado, que julio es temporada alta hostelera.
Este día descubrimos al que sería nuestro gran enemigo del Camino: las bajadas. Yo me había comprado unas zapatillas cómodas y blandas, siguiendo las recomendaciones generales. El problema es que estas recomendaciones están más orientadas al camino francés, que es mucho menos técnico y exigente. En el camino del norte nos encontramos con bajadas muy pronunciadas sobre un terreno muy pedregoso que pronto empezó a pasar factura sobre los dedos.
Zarautz - Deba
El tercer día ya íbamos reconociendo a algunos peregrinos con los que nos habíamos encontrado los días anteriores. Nos cruzamos varias veces con Petar, un esloveno majísimo que apenas hablaba inglés y muy poco español. Para poder comenzar el camino, estuvo 30 horas en un autobús desde Ljubljana hasta Burdeos, donde cogió un tren hasta Irún.
Esta etapa se me hizo bastante dura. El dolor en los dedos era una constante que dificulta avanzar a buen ritmo; además, me dio una pájara aunque por fortuna teníamos un bar de carretera a mano donde me tomé una tortilla francesa para recuperar un poco. Por suerte, nos acompañó una finísima lluvia que iba refrescando el ambiente.
Fue un día de mucho sube y baja; los paisajes eran preciosos, pero el camino se me hizo bastante penoso. La bajada a Deba fue particularmente complicada, y ya por la tarde descubrimos que varios peregrinos se habían descalabrado bajando. Lo “curioso” fue que nos contaron que el Camino no pasaba por Deba originalmente, sino que un alcalde se “empeñó” por atraer turismo. Pero no se molestó mucho en acondicionar la llegada al pueblo…
En el albergue coincidimos con una hospitalera voluntaria que fue super maja y nos ayudó un montón. Además, nos contó que justo ese día llegaba la réplica de la Nao de Juan Sebastián Elcano a Deba. Así que nos bajamos al puerto, donde había dantzaris y bertsolaris, además de un montón de paneles por el 500 aniversario del viaje de Elcano (que era de Guetaria).
También descubrimos que la etapa del día siguiente tenía mucha competición: desde Deba hasta Markina no hay ninguna parada posible, es una ruta dura y el albergue de Markina tiene menos plazas que el de Deba (que estaba lleno). Total, que todo el mundo estaba planificando madrugar mucho y correr más. Esto me cuadraba entre poco y nada, así que localicé una casa rural a las afueras y reservé. Así nos podríamos tomar el día con calma (ya veremos).
Deba - Markina
La etapa canónica son 24 kms, aunque teníamos planeado hacer unos 28 kms para llegar a nuestro alojamiento. Así no teníamos prisa y podíamos ir a nuestro ritmo.
Salimos de Deba en subida constante y durilla. Fuimos despacio, pero aguantando bien. Tras la ermita del Calvario, viene una bajada potente hasta Olatz, más o menos en el km 7 de la etapa. Ahí pisé mal una piedra y me hice mucho daño en los dos meñiques. Paramos en medio del camino para que me hiciera curas, drenara las ampollas y les pusiera mucha protección; sin embargo, iba llorando del dolor.
La cosa es que tocaba aguantar sí o sí, puesto que no había ni carretera ni población hasta Markina. Sólo podía seguir hacia adelante y aguantar. El día se hizo muy duro, no pude disfrutar nada de los paisajes y solo podía pensar en el alcalde que llevó el camino hasta Deba :P :P
Cuando quedaban 5 kms para llegar a Markina se comenzaba una bajada muy pronunciada, y yo me planté. Al camino iba para disfrutar y no le debía a nadie estar tan mal. Mi objetivo no era demostrarme que podía hacer todas las etapas pasara lo que pasara. Así que localicé un taxista en Markina para que nos viniera a buscar (habíamos parado en un caserío habitado). El taxista nos dijo que no llegaba hasta ahí, pero que si avanzábamos otro kilómetro, había un punto donde sí nos podía recoger.
Este kilómetro llegó en el peor momento, pero no quedaba otra que avanzar. El taxista resultó ser bastante majo en realidad y nos llevó hasta la puerta del ambulatorio de Markina donde fui a pedir unas curas. Me echaron un poco la bronca (no sé bien qué otra cosa podría haber hecho), y me dijeron que no era la primera que llegaba así. Resultado: si quería seguir caminando al día siguiente, ese día no podía caminar más. Así que los últimos 4 kms hasta el alojamiento también los hicimos en taxi.
Fue el día más penoso, porque se me hizo muy complicado mantener el ánimo en estas circunstancias. Por la tarde tuvimos la oportunidad de descansar mucho en un sitio muy chulo, dejar que nuestros pies reposaran bien y nos fuimos a dormir con la idea de que al día siguiente podría caminar.
Markina - Olabe
Para el día siguiente ya habíamos decidido cambiar las etapas canónicas y adaptarlas tanto a nuestro ritmo pero sobre todo a que teníamos un día de más y no queríamos pasarlo en Bilbao. Así que tocaba recortar y después de la paliza del día anterior, parecía el mejor momento.
Como teníamos una etapa corta, y no estábamos en un albergue donde a las 6 ya está todo el mundo en marcha, nos levantamos con mucha calma y nos preparamos para salir hacia las 9. En ese momento se puso a llover bastante. No era lluvia torrencial, y no hacía viento, pero era una capa de agua constante. Así que enfundamos nuestras mochilas y nos pusimos en marcha.
Alex se puso su chubasquero y yo saqué mi paraguas. Contraviniendo el consejo más general del “poncho peregrino”, decidí no traer ninguna capa de agua, solo el paraguas. Alex no tardó en quitarse el chubasquero y quedarse bajo la lluvia al fresco y yo me descubrí en esas condiciones caminando muy a gusto.
Aquí ya vimos que en el equipo Tontako estamos mejor adaptados al frío y la lluvia, porque casi todos los peregrinos se cubrían con el poncho y llevaban el ánimo más abajo en general y nosotros íbamos disfrutando genuinamente de la etapa. Luego cuando pega el sol somos dos lombrices tristonas, pero teníamos el día para disfrutar.
Por si fuera poco, más o menos a mitad de la jornada llegamos a un pueblo que tenía un bar con terraza cubierta y pintxos. Esto en una señal en el Camino y en Vladivostok, así que entré en el bar y me encontré al dueño con el pañuelico y la faja.
- ¿Estáis de fiestas en el pueblo? -le pregunté
- ¡Esa es la fiesta! -dijo señalando la televisión- ¡la fiesta grande!
Entonces caí en la cuenta de que era 6 de julio y eran las 12 y en la tele estaban retransmitiendo el Txupinazo de San Fermines. ¡Ni me había dado cuenta de la fecha! Le dije que era pamplonica y rápidamente sacó el champán para que brindáramos, así que ahí pasamos el ratico, cantando el “1 de enero” ante atónitos peregrinos, con un pintxo riquísimo y brindando.
Fue una etapa magnífica. Cuando llegábamos a Olabe salió el sol. En el albergue tenía una terraza genial para secar la ropa y para charleta y estuvimos los peregrinos super a gusto por la tarde con unas vistas geniales.
Olabe - Eskerika
Tras el desayuno peregrino nos pusimos en marcha; era una etapa relativamente fácil y teníamos todo el tiempo del mundo para ir tranquilamente. Aunque el cuerpo no se quejaba de agotamiento físico, la rodilla de Alex empezó a dar algo de guerra, en particular sufría en las bajadas (cómo no), así que era importante mantener un ritmo sostenible.
Llegamos a Gernika a media mañana, donde hicimos un descanso en un bar de pintxos que nos gusta mucho. Yo llevaba dos días con calandracas (hice el camino de baño en baño XD) pero llegué aquí lo suficientemente repuesta como para disfrutar de un pintxo y un refresco. Tras el descanso paseamos alrededor de la Casa de Juntas y vimos el Roble de Gernika, un símbolo de las libertades tradicionales vascas.
Hicimos pequeña compra en el super porque el albergue al que íbamos estaba aislado y no tenía servicio de comidas, pero sí una cocina. Y continuamos tranquilamente. Hacia mediodía, el sol pegaba fuerte y el último tramo con mucho sube y baja se hizo durillo, pero llegamos al albergue sin contratiempos.
Tuvimos muchísima suerte porque conseguimos una habitación para nosotros y un baño compartido con otra habitación nada más. Este fue el albergue más bonito en el que estuvimos. Tenía un patio de césped precioso y mucha sombra donde descansar, estirar y disfrutar del entorno. Fue el día en el que más me relajé y disfruté de pasar la tarde sin hacer nada.
Cuando se acercaba la cena, sacamos una cuña de queso que compartimos con el resto de peregrinos y fue genial para entablar conversación con todos :)
Eskerika - Lezama
Etapa super corta y con un perfil facilísimo. Ya sabíamos que en Lezama y alrededores había muy pocas plazas de albergue (unas 12 camas en total) y de nuevo no queríamos competir, así que reservé en un hotel rural en Lezama y fuimos a nuestro aire. A estas alturas ya conocemos por el nombre a muchos de los peregrinos y peregrinas que nos vamos encontrando: Petar, Ali, Irene, Stephan, Thomas… y a otros les llamábamos por su lugar de procedencia: Brooklyn, North Carolina…
En general, y ya lo sospecháis seguro, yo iba de peregrina “que da palique”. A todo el mundo que adelantábamos o nos adelantaba les preguntaba qué tal, de dónde venían, cómo iban los pies, vaya faena lo de Deba, me han dicho que hay un bar genial en 2 kms, nos vemos allá… y todo el mundo sin excepción, pero especialmente los que iban en solitario, agradecían la conversación y el contacto. A mí me habían dicho que esto es el espíritu peregrino y no iba a dejarlo pasar.
Después de comer en Lezama, nos fuimos al hotel a las afueras. Mientras siesteábamos, escuchamos un gatito gimiendo. Pero es el monte, así que lo dejé estar. Dos horas después seguía gimiendo así que me calcé, cogí agua y me fui a rescatarle.
¿A lo mejor tuve que allanar alguna propiedad? No confirmo ni desmiento. Encontré al gatito, y me acerqué para ayudarle. Le asusté y salió por patas. Entonces salió una señora y me encontró en esa situación, pero lejos de atizarme, se puso a conversar conmigo y me contó lo de la colonia de gatitos. Otra gran victoria para el camino gatuno \o/
Lezama - Bilbao
Y por fin última etapa. Sabíamos que esta etapa no era difícil pero tenía una subida fuerte y, por supuesto, una bajada pronunciada. Porque este tramo tiene una relación de amor - odio con los peregrinos, y si tiene que elegir, se decanta por el segundo.
En la subida nos encontramos con varias compañeras clásicas y fue genial poder despedirnos de ellas casi en la línea de meta, después de tantos días de ir encontrándonos.
Volvía a pegar el sol fuerte y vimos alguna caída producida seguramente por insolación. Aunque fuera una etapa corta, había que ir con precaución por el fuerte calor.
Y llegamos a Bilbao. La llegada fue muy desagradable, por zona urbana toda cuesta abajo. Pero al fin pudimos conseguir el último sello en la Basílica de la Virgen de Begoña.
Después nos fuimos a tomar unos pintxos por lo viejo antes de ir al hotel. Y en el hotel nos dieron una habitación fantástica y con unas vistas privilegiadas.
Por la tarde estuvimos paseando por la ciudad, y despidiéndonos del viaje. Aún no teníamos super claro si era un “hasta luego” o “hasta nunca”, pues junto a los días buenos, había algunos muy malos. Pero con poco tiempo que pasara ya estábamos mirando en qué consiste el siguiente tramo, desde Bilbao hasta Santillana…
Esta es la ruta que hicimos:
Hilos sueltos
Una cosa que me gustó muchísimo del Camino, frente al senderismo que hago normalmente es la sensación de “siempre hacia adelante”. No son rutas circulares, ni mucho menos lineales donde vuelves por el mismo sitio. Cada paso que daba era para avanzar, para dejar atrás un sitio al que ese camino no volvería a llevarme. Ir con la “casita a cuestas” y avanzar fue una de las sensaciones más bonitas que me traigo del Camino.
Nosotros hicimos las etapas sin comida; desayunábamos pronto por la mañana y aguantábamos bien hasta las 16, que tomábamos algún pintxo para aguantar hasta la cena. Es cierto que un día me dio una pájara, pero lo resolvimos fácilmente gracias a un bar. Aun así, compré unas barritas por si me daba de nuevo, cosa que no pasó; pero sirvieron para romper el hielo con otros peregrinos a quienes les di las 4 barritas que tenía en los bolsillos. En general esto nos permitía ir con menos peso y sin preocuparnos de las paradas; pero vimos mucha gente que tenía que hacer paradas para comer más a menudo, a veces ricamente a la sombra, y otras bajo el sol abrasador.
Disfruté más del camino cuando salimos de las etapas canónicas y las rehicimos a nuestro aire. Por un lado, eran etapas con menos competición por los albergues, puesto que casi todo el mundo intentaba maximizar los tramos. Por otro lado, eran albergues en pueblos pequeños o aislados, en lugar de ciudades pequeñas y esto implicaba un entorno mucho más bonito.
La única recomendación fuerte que haría tras mi experiencia es que para estre tramo te lleves zapatillas de trekking. No tienen por qué ser botas, pero sí deberían ser zapatillas con buena suela, que amortigüe las piedras y que sujete el empeine durante las bajadas.
Aunque durante el viaje no tuvimos apenas molestias musculares o articulares (a Alex un poco la rodilla pero nunca llegó a ser más que una pequeña molestia), a la vuelta pasé una semana con lumbalgia fuerte, y además pillamos covid los dos. Ambas cosas eran riesgos que asumíamos, y tocó hacer una buena cuarentena.
Nos lanzamos al camino sin saber muy bien qué íbamos a encontrar. No me encontré una experiencia mística, aunque entiendo que haya quien la encuentre. Respondí a los retos mucho mejor de lo que habría supuesto:
- para el reto físico iba perfectamente preparada, aunque debí tener más cuidado y estirar mejor para prevenir la lumbalgia
- técnicamente el camino no tiene retos de orientación, hay mil flechas y es difícil perderse
- me adapté muy bien al modelo albergue; eran más incómodos en general, pero nos organizamos muy bien y disfrutamos de las oportunidades que nos ofrecían
- el día que cogimos un taxi temí estar arrepintiéndome el resto del viaje, pensando en si podría haber aguantado más, en si debía haber aguantado más… pero eso no pasó. Fue un día complicado y tuve que ser extra amable conmigo misma pero al día siguiente estaba disfrutando del camino de nuevo, y eso me pareció más importante
Y aunque quedan en el tintero anécdotas y pensamientos, lo más importante ahora es… ¡exacto! ¡el selfie tontakogrino!
Y el resto de las pocas fotos que saqué durante el camino ya que dejé la cámara atrás…