Seguimos hacia el Sur por la costa oeste de la isla Esmeralda para conocer las Islas de Aran y el Condado de Claire.
Las Islas de Aran / Inisheer
Realmente no conocimos las tres Islas de Aran, sino únicamente Inisheer, la más pequeña y la que está más cerca. Aunque las islas pertenecen al condado de Galway, el ferry se coge en Doolin (condado de Claire) e hicimos la visita dentro del bloque de este condado.
Cogimos el ferry que apenas tarda quince minutos en hacer el trayecto Doolin-Inisheer; la mar estaba picada y yo tardé apenas ocho minutos en estar mareada, un poco azul y luego blanca y ya en seguida estaba bajando del barco y no me dio tiempo a mucho más. ¡Estábamos en Inisheer!
Teníamos unas cinco horas para recorrer la isla. Hay varias opciones para visitar Inisheer, como ir en bici o en carro tirado por caballos. Ninguna de las opciones nos cuadraba así que nos pateamos la isla, sin ningún problema, ya que al ser tan pequeña, teníamos tiempo de sobra.
Al poco de llegar, salió el sol y nos fuimos a pasear bajo un cielo precioso. Nuestra primera parada fue en unas ruinas que nos recordaron a las tumbas de pasaje de Brú na Bóinne, y donde contaban que había registros de humanos en la isla, al menos desde el 1500 aC.
Después ascendimos a lo alto de la isla, desde donde dominaban las ruinas de un castillo.
Junto al castillo, había una torre napoleónica, también en ruinas, e intentamos acercarnos, pero nos equivocamos y nos colamos en el minifundio de unas vacas que no tenían muchas ganas de hablar con nosotros.
Desde ese punto más alto y gracias a un cielo despejado, pudimos ver perfectamente varias partes de la costa de Irlanda y la isla Inishmaan, que es la mediana y que está cerca de Inisheer.
Después hicimos un paseo browniano entre los minifundios, acompañados durante varios kilómetros por un perrete. Ha sido un viaje con muchos peludos en casi todas las visitas :) Y al rato llegamos al barco naufragado y varado en la costa de la isla. Está oxidado y genera tétanos como para asegurar su prevalencia en Europa para los próximos doscientos años. Así a ojo.
Lo estuvimos viendo del derecho y del revés, aunque no nos atrevimos a entrar, porque no tenía yo muy claro hasta qué punto es inteligente meterse a recorrer un gigante de metal oxidado y con poquísimas garantías estructurales. Vimos a otros que sí se adentraron. No les vimos salir…
Cerca del barco y asomados a una playa llena, llenísima de pajaricos, aprovechamos para hacer un picnic fantástico. Durante un buen rato, dejamos que el sol calentara nuestros cuerpos y que el viento despejara nuestras mentes. Entonces Álex se puso a tocar el whistle y descubrió lo difícil que es tocar un instrmento de viento contra el viento. Aun así, sonó fenomenal y algunas personas se le acercaron a felicitarle \o/
Y con tranquilidad volvimos a la zona del embarcadero donde el barco nos llevaría de nuevo a Doolin.
Los acantilados de Moher
Una visita que no podía faltar en este condado en particular y en la República de Irlanda en general era a los Acantilados de Moher, unos dramáticos precipicios que ofrecen al que se acerca unas vistas increíbles. Dejamos el coche en el parking y fuimos al centro de visitantes, que está muy bien equipado (baños, cafeteria, tienda) y que tenía una exposición muy chula sobre la zona.
Pero ya tocaba asomarse a los acantilados y conocer la maravilla por mí misma. La visita es super sencilla, pues hay un camino muy bien marcado que llega a varios miradores, aunque en general desde cualquier parte se pueden ver las verticalidades de Moher.
Soplaba un viento tan fuerte que nos hacía perder el equilibrio, y vimos volar gafas y gorras. Aun así, aguantamos un buen rato viendo todas las perspectivas que pudiéramos de los acantilados.
También descubrimos que había un sistema de ubicaciones para músicos ambulantes y un sistema de jerarquías super estricto por el cual los músicos pueden elegir uno de los lugares para tocar. Había alguno que estaba disponible sólo para quienes tuvieran una veteranía de veinte años tocando en los acantilados… yo me desgañité gritando gatekeepers, pero con tanto viento nadie me escuchó.
La visita nos gustó un montón, aunque es un lugar muy domesticado, el mar contra la roca es un espectáculo digno de ver. Terminamos la visita en Doolin, muy cerquita, donde aprovechamos que es una zona muy musical para ir a un pub donde había session, y sidra va, sidra viene…
Las otras visitas
El Condado de Claire dio para más visitas de todo tipo. Como el Coole Park Nature Reserve, un jardín con bosque donde destaca el árbol de los autógrafos: un haya realmente imponente donde firmaron muchos escritores junto a Yeats, que sólo se dejaba ver por parques bonitos. El paseo por estos jardines fue otro pequeño lujo que atesoramos del viaje.
Casi sin querer, nos topamos con la Kilmacduagh Abbey, un complejo religioso con varois edificios, todos en ruinas (creo que ya vais pillando la tónica), cuyos restos más antiguos datan del S.VII. Estaban un poco en medio de la nada, y pudimos recorrer todo el complejo a nuestro aire.
Nos llamó mucho la atención The Burren, una zona kárstica, que contrasta mucho con los alrededores. Fuimos por la ruta corta y que nos daba una buena panorámica de la zona, ya que habíamos leído que es terreno difícil por la caliza puntiaguda y no íbamos muy preparados. Además, se puso a llover casi al final de nuestro corto paseo y la roca empezaba a resbalar bastante. Sin contar con que metí el pie en una mini-sima y, la verdad, parecía que The Burren me la había jurado un poco. Salí con el tobillo entero pero me quedé sin participar en el concurso de bailes regionales…
Visitamos brevemente Kilfenora, un pueblo pequeño, pero que es la sede de la banda de música tradicional irlandesa en activo más antigua de Irlanda. En 2009 celebraron su centésimo aniversario, ahí es nada. Álex aplicó para entrar en la banda y estamos esperando que respondan. Sería el primer paso para que consiga su sueño de ganarse la vida como músico callejero. ¡Deseadle suerte! Además en Kilfenora vimos la catedral, que fue una importante sede en el S.XI aunque hay restos de varios siglos atrás. Lo más reseñable son unas cruces talladas del S.XIII.
Este fue un viaje muy musical, ya que Álex llevaba más de un año aprendiendo a tocar música tradicional irlandesa y estábamos, bueno, en Irlanda. Por esto, casualmente, aparecimos en un museo / exposición sobre la música tradicional en el condado de Claire, que es el más musical de la isla. Era una exposición muy de nicho y dejé a Álex visitarlo con mucho detalle mientras yo me quedé un buen rato leyendo.
Tuvimos la suerte de que nos hizo muy buen tiempo cuando llegamos al The Spanish Point. Se trata del lugar donde ejecutaron a los españoles que salieron vivos del batacazo de la armada (no tan) invencible. Por si acaso aún les tenían tirria a los españoles, yo me he hice la sueca. Álex sacó el whistle y se puso a tocar música tradicional hasta que le dieron el carné de Leprechaun. Ya tranquilos y sin temer por nuestra integridad, bajamos a dar un paseo por la playa e hicimos check en el Atlántico.
El paseo nos acercó a unos pequeños acantilados que, al estar en El sitio español, decicimos bautizar como los acantilados de Moguer #patapumpish.
La última visita por el condado de Claire fue Ennis, un pueblo con un casco antiguo chulo aunque lo pillamos todo en obras. Aun así, disfrutamos de un pequeño paseo y nos metimos en un pub donde vimos que había session. De esta forma tan estupenda nos despedíamos del Condado de Claire para ir a la siguiente etapa del viaje más hacia el Sur. Y antes de despedirnos del todo, ¡aquí un selfie super tontako!
Podéis ver el resto de fotos en Flickr: