El viaje por Irlanda 2024 nos llevó a descubrir una zona de ensueño en la Península de Connemara.
Nuestro camino seguía hacia el sur y por el interior esta vez. Notamos un fuerte contraste de paisajes: por un lado, en la zona costera se veían lomas peladas estilo Highlands escocesas, un paisaje inhóspito y hostil; por otro lado, el interior, donde el viento del mar no llega con tanta furia, los paisajes son verde plácido, hay muchísimos hayedos (de lo mejorcito en bosques) y en muchas cosas se asemeja al arquetipo de campiña inglesa.
Galway
Y hacia el sur llegamos hasta Galway, una de las ciudades más grandes de Irlanda, y de las más turísticas, en particular para españoles, a juzgar por la cantidad que nos encontramos. Yo tardé unos 12 segundos en agobiarme con tantísima gente y tanta calle atestada de terrazas y tiendas de lanas y joyas.
Aun así, entiendo perfectamente que sea un destino super apreciado por turistas y también por locales que, como dice mi amiga Cris, que está viviendo en Dundalk, “es que también quiero tener algo de vida”. La verdad es que la ciudad tenía mucho ambiente. Paseamos un rato, visitamos un museo y cogimos algún caché. Tampoco estuvo mal para un sitio que no me gustó XD
Aun así, queríamos algo de experiencia local pura y nos fuimos a un bosquecillo cercano que además era santuario de aves, por ver si las gaviotas reidoras en este santuario eran fundamentalmente distintas del santuario anterior. Spoiler: no lo eran. En el paseo descubrimos además que el sitio era la zona cero de botellón de la juventud (¿se dice así?) y también donde esconden la droga, porque vinieron unos chavales y se pusieron a escarbar junto a un árbol y yo toda feliz porque pensé que eran geocaches, y qué jovenes, ay la cantera geocacher cuánta ilusión y resulta que no, que si quería hachís (salud!) u “otras cosas”. Y yo, ¿qué otras cosas? Podría ser cualquier cosa y bueno, pues Alex me sacó de ahí como buenamente pudo y yo aún no sé qué otras cosas me ofrecía la chavalada irlandesa. Pero qué bonico el bosque.
La Península en coche
Otro planazo que hicimos en esta zona fue recorrer las carreteras panorámicas de la península y algunos lugares emblemáticos. Empezamos por el Puente de El hombre tranquilo donde Álex y yo competimos por ver quién hacía mejor de John Wayne. Juzgad vosotras (y ya podéis votar bien que es mi blog ojete):
Esta película puso Connemara en el mapa y atrajo muchos turistas, por eso hay muchas visitas y puntos de interés de la misma. Seguímos recorriendo estas carreteras y paramos en una tienda de artesanía del ilustrador/artista Mark Joyce. Además de mucha artesanía local, tenía una galería del autor con obras suyas. Frente a la entrada, además, pusieron la escultura de El gigante de Connemara, que no es ni tradicional ni nada, pero está muy chula y cuenta la tradición (que se inventaron allá por 2017) que si tocas la piedra, consigues la sabiduría del gigante. El gigante no debía ser muy listo porque si no, no me explico que aún no me haya podido jubilar.
Cambiamos de carretera para recorrer parte de la Sky Road, una pista aún más precaria que la anterior pero que nos llevó a sitios aún más especiales… Discurre junto a un fiordo y ofrece vistas preciosas. En el mirador principal se nos puso a llover justo cuando empezábamos el picnic así que pusimos en marcha uno de los planes que más enamoran a los irlandeses: comer en el coche. Eso sí, con unas vistas que quitaban el hipo.
Y no podíamos dejar sin visitar el Parque Nacional de Connemara, uno de los más visitados de Irlanda. Hicimos un paseo por los pies del monte Diamond y disfrutamos del frescor y el olor a lluvia reciente. Algunos valientes se lanzaban a conquistar la cumbre pero en seguida agarró la niebla en la cima y nos alegramos de no haber ido. El centro de visitantes de donde parten las distintas rutas está muy bien equipado y la visita en general nos encantó.
Otro imprescindible si eres fan de El hombre tranquilo, y por lo visto, el Equipo Tontako es super fan, es la visita a Cong, el pueblo del que se inspiró el ficticio Inisfree y donde se grabaron algunos escenarios, como el pub que aún sigue abierto y con la decoración sin renovar (como el resto de pubs por otro lado).
Del pueblo me llamó la atención las ruinas de una abadía del S.VII, junto al río y en un entorno muy recoleto.
Kylemore Abbey
Una de las visitas estrella de la zona es la Abadía Kylemore (etepecandenauer). Se trata de un castillo en origen, que fue cedido a unas monjas que lo habían tenido fatal en su abadía de origen. Esto no evitó que en cierto momento las echaran también de aquí, aunque consiguieron volver porque a ver quién renuncia a ese casoplón en semejante enclave.
Se trata de un conjunto monumental con jardines y bosques al pie de un lago. Evidentemente quise hacer una oferta por el inmueble (me puse finolis para la transacción) pero Álex, que ya sabéis lo poco que le gusta tener un castillo regentado por monjas, se opuso tajantemente y otra vez que no me compré una casa, un txokito, un algo…
La tarde se nos quedó muy agradable para pasear por el huerto/jardín y por el bosque colindante, en el que habían replantado cuarentamil robles <3. La entrada nos pareció bastante cara (hola, Irlanda, qué te pasa), pero nos gustó mucho y pasamos un rato genial.
Pasamos dos días increíbles en la Península de Connemara, una pequeña joya de Irlanda con fama más que merecida. Y… (lo estáis viendo venir), para fama merecida, ¡este super selfie tontako!
Podéis ver el resto de fotos en el álbum de Flickr.