¡Vacaciones tontakas! Ya teníamos ganas de unos días de desconexión y decidimos darnos un viaje sencillo y muy agradable a Bretaña y Normandía.

El comienzo de 2025 tuvo bastante ajetreo para el equipo tontako, pues nos lanzamos a comprar una casa. Tuvimos éxito en nuestra misión, y nos mudamos allá por abril, pero también fue un proceso cansado, así que nos buscamos unas vacaciones que no tuvieran mucho requisito de preparación. Aparte, las fechas vinieron más o menos obligadas por nuestras agendas y las pudimos fijar con muy poca antelación. Con estas circunstancias, nos decidimos a visitar Bretaña y Normandía, con nuestro coche y a ritmo tranquilo.

Los pedrolos

A pesar de que apenas dediqué tiempo a preparar el viaje, en dos ratitos que busqué por internet, vi que los Alineamientos megalíticos de Carnac eran una visita muy recomendable. Se trata del conjunto de megalitos más grande de Europa; están en buen estado de conservación, sobre todo si pensamos en lo tarde que se empezó a proteger, y hay varias formas de visitarlos.

Nosotros comenzamos por el conjunto de Le Ménec, que es el más importante y donde está el centro de interpretación. También es el único que tiene visitas guiadas dentro de uno de los recintos. Nuestra guía nos contó que hay más de tres mil megalitos, y que datan más o menos de hace cuatro mil quinientos años; hay menhires, dólmenes, túmulos, alineamientos… Compartió varias teorías sobre el significado de los alineamientos, aunque reconoció que ninguna hipótesis tiene fuerte respaldo de científicos por ahora.

Comenzó la protección en 1991, ¡no antes! y en julio de 2025 esperaban conseguir el sello de Patrimonio de la Humanidad para todos los megalitos; muchos de ellos están en propiedad privada o incluso forman parte del jardín de alguien, así que hay una labor titánica de catalogación y protección por delante. Nuestra guía fue fantástica, aunque con su acento francés hablando en inglés, cada vez que decía “megaliths” yo escuchaba “miguelitos” y más de una vez le dije que “los de la Roda eran mucho mejor”.

Después de la visita, cogimos el coche y nos asomamos a otras zonas de alineamientos que había por la zona, y también nos acercamos a un enorme túmulo que está accesible en una zona alta de Carnac, y desde cuya cima se tiene una panorámica fantástica de los alrededores.

Megatontakos alineados Megatontakos alineados

Los pueblos

Visitar Bretaña es visitar sus pueblecitos con encanto. Hay muchos pueblecitos y todos tienen encanto, y todos son uno de los rincones más bellos de Francia. A ver, pues sí, los pueblitos son coquetos, pero también: son todos ellos bastante parque temático y son todos esencialmente iguales. El turismo (sí, yo también) ha convertido estos pueblos en atracciones de feria, todos con sus cafés, heladerías, sus tiendas de chuches (llamativo), sus artesanos (en todos los pueblos había muchos pintores). Aparte, cada pueblo podía tener alguna curiosidad: la miel, las conservas o la ropa marinera…. De verdad, que son bonicos, pero estaban lejísimos de ser bretones.

Aun así, y como el plan era de poquísima exigencia, disfrutamos de paseítos por la sombra en las callejuelas estrechas, en unos cuantos pueblos: Rochefort-en-Terre, Aurnay, Hennebont, Concarneau, Locronan, Josselin, Nantes…

Algunos pueblos sí que me llamaron más la atención. Becherel, tamibén llamada Ciudad del libro francés, es un pequeño pueblo con once librerías, catorce ateliers de libros, y otras tantas galerías de libros y exposiciones relacionadas. Tiene muchísima librería de segunda mano y muchas cafeterías - librerías, con ambiente super acogedor. Además, tienen un evento anual llamado “furor lector”, ¡me encanta el nombre! Está hermanada con Ureña, pueblo de Valladolid también famoso por el número de librerías que tiene.

En Dinan por fin encontramos un castillo abierto para visitar (muchos castillos cierran, atención, el sábado, porque los franceses son así). Aprovechamos las horas de más calor para realizar la visita en interior. Del castillo pudimos visitar dos torres, una defensiva y otra dedicada a la vida en la corte. Es un recorrido sencillo y con muchos paneles explicativos sobre el contexto histórico y el uso del espacio. Además, la muralla está acondicionada para recorrerla (por arriba, se entiende). También subimos a la Torre del reloj que tenía muchísimas (demasiadas) escaleras, todas muy precarias, pero yo llegué hasta arriba porque soy super valiente (y porque no era para tanto, no os quiero engañar), el caso es que llegué arriba justo cuando la campana de las narices, que hay que ver, se puso a sonar y me dej́o un tímpano que no pasa la ITV y del susto me bajé los trescientos mil escalones de un salto. La verdad es que las visitas me gustaron. Por la noche refrescó y nos dimos otro paseo por el pueblo al fresco.

Port-Luis fue otra de las visitas que me gustó más en particular. El pueblo tiene una ciudadela defensiva bastante conservada y que actualmente pertenece a la Marina francesa. Resulta que se puede entrar gratis si perteneces a la marina y Alex estuvo insistiendo mucho rato en que era el momento de alistarse. Le saqué de su locura transitoria (espero) y pagamos religiosamente la entrada. Es una fortaleza del S.XVI construida por españoles y que, por su situación estratégica, fue cambiando de manos hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Se visita con audioguía, que está en general muy bien.

Además, el principal motivo que nos llevó hasta esa fortaleza, es el Museo de la Compañía de las Indias Orientales. Como su nombre indica, está dedicado a la compañía pública francesa que se dedicó a mandar barcos a oriente dentro de las rivalidades europeas del S.XVI. El museo está lleno de maquetas de los barcos que mandaban, y tiene bastantes explicaciones sobre cómo transportaban (hacinados) las provisiones de ida y los bienes de vuelta. De hecho, la ciudadela se erigió en primera instancia para proteger estos barcos y su actividad comercial. Se trata de empresas con inversiones gigantescas y que otorgaban poderío político y militar a las naciones. La ciudad más famosa de la zona, Lorient, se edificó también al abrigo de esta compañía, y toma su nombre del primer buque que se construyó: Le Soleil d’Orient.

La última visita que teníamos en Bretaña era Saint Malo. Es un pueblo costero famoso a lo largo de los siglos por distintos motivos, entre otros, por ejemplo, los corsarios o Chateaubriand. Es un pueblo claramente marítimo; además es el sitio de referente para los ferrys de Reino Unido así que estaba lleno de ingleses. La muralla se puede recorrer prácticamente al completo está habilitada y acondicionada y se pueden ver un montón de panorámicas hacia el mar desde muchos puntos altos de la ciudad. Es una visita sencilla, que disfrutamos doblemente porque el cielo estaba nublado y caía una llovizna suave.

Los habitantes de Saint-Malo se hacen llamar (en castellano) maldivos, y tras investigar mucho (mirar la wikipedia), descubrimos que el pueblo fue fundado por un monje escocés, MacClow, que se castellanizó como Maclovio (ahí es nada), del que derivó el nombre actual y su gentilicio. Ni confirmo ni desmiento que fui todo el paseo gritando “¡Los maldivos, argentinos!”.

Aparte de todos estos pueblos, de guía turística y nombre conocido, en la parte interior sobre todo, nos encontramos pueblos de franceses para los franceses. Algunos eran realmente feos en su modernidad, un agravio a la tradición arquitectónica, pero es su derecho y puede que la alternativa sea hipertrofiar la zona para turistas, así que yo qué sé; pero también había otros pueblos, que se veían particularmente viejos, y que mantenían techos de chamizo, recintos parroquiales con su calvario exento… en estos pueblos no nos esperaban y pasamos sin molestar mucho, pero me gustó poder asomarme a pueblos con esencia bretona.

El manjare

Si por algo perdonaré a Francia ser un país sin sentido es porque son los que hacen las mejores huelgas y barricadas y por su gastronomía. El pan siempre está genial, los bollos nunca defraudan, la comida bien preparada y con ingredientes de buena calidad… En Bretaña hemos probado varias de las especialidades de la zona y nos han encantado. Tomamos galletes, o crepes salados, de trigo sarraceno; tanto en preparación tradicional como en un sitio que las reinventaba un poco; también encontramos un restaurante periférico de moules frites, es decir, mejillones en salsa y patatas fritas. Nos pusimos gotxitos de mejillones, que estaban fresquísimos, y de la salsa que estaba para chuparse los dedos. Todo lo anterior lo fuimos regando con distintas sidras bretonas, y alguna de ellas pasa a mis favoritas de la vida.

Por supuesto, sigo sin acordarme de hacer fotos a la comida, así que os lo imagináis ;-)

Pajareo

Resulta que Bretaña está llena de marismas y acantilados, que son terrenos fantásticos para pajarear; como hay muchas horas de luz, pudimos acercarnos a varios de estos sitios a última hora de la tarde y pasear por los parajes prácticamente solos, excepto por la compañía de las aves. Visitamos las Marismas de Briere, donde vi, por primera vez, el martinete común.

También fuimos a las Marismas de Brenegi, donde por fin pude capturar la avoceta común, un ave de pico muy original y que es el logo de la RSPB.

En Point du Van vi por primera vez una curruca zarcera, aunque a ésta no la pude pillar con la cámara. Finalmente, en las Marismas de Pen Mańé, vimos el ínclito ruiseñor pechiazul, que se da mucho en esta zona, pero no son fáciles. También pude ver y atrapar otros como el carricerín común.

Nos quedamos con una sensación fantástica del pajareo que hicimos; en general fue bastante improvisado, buscando por las zonas por las que estábamos pasando. También fuimos buscando pajaricos al Bosque de Huelgoat; aunque nos fuimos prácticamente de vacío, como quien dice, descubrimos una foresta realmente alucinante, llena de senderos y rincones maravillosos. Es un sitio al que volver con tiempo para recorrer a fondo.

Fin de Bretaña

Y así pasamos casi una semana conociendo una parte de Bretaña. Me quedé con ganas de saber más sobre el idioma y las tradiciones bretonas; he visto que hay algunos festivales de música bretona y puede que otro año nos animemos a volver. Todos los carteles están en francés y en bretón; sé que ha sido una lengua muy represaliada y que a día de hoy se intenta recuperar y fomentar, incluso en sitios donde hace siglos que no se habla. Razones para volver.

Hay un tema delicadísimo de tratar pero que voy a intentar hacer desde el respeto y la biodiversidad: los franceses conducen fatal. Bueno, pues así salió. No todo es culpa suya, ya que las rotondas están diseñadas por el mismísio Mefisto bretón, pero es que toman las rotondas como kamikazes, no saben usar el intermitente y aprovechan los tramos de 30 km/h en los pueblos para adelantar… Veremos qué tal conducen en Normandía, nuestra siguiente etapa…

Y para delicado, el selfie tontako, que no os voy a dejar sin él, ¡nos vemos en Normandía!

Podéis ver el resto de fotos en el álbum de Flickr.

Índice de posts de Francia 2025

  1. Francia 2025 - Bretaña