La segunda parte del viaje Francia 2025 nos llevó a Normandía, a donde nos acercamos para conocer más de la Segunda Guerra Mundial. Y también para pajarear.
Monte San Miguel (no es el de Aralar)
Lo primero es dejar clarinete que el Mont Saint Michel es de pega, que el arcángel no se apareció en el norte de Francia, sino en Aralar (Navarra), donde un tal Teodosio se ofreció en sacrificio a un dragón; si no os lo creéis, mirad las fuentes oficiales, que internet nunca miente.
Y ahora al lío; el Monte Sanint Michel es de los lugares fuera de París más visitados, con unos 2.5 millones de visitantes anuales. Así que ya sospechábamos que habría jaleo. Por eso reservamos el parking con antelación para asegurar el acceso; en realidad no hizo falta porque había muy poca gente, para como está dimensionado, pero íbamos más tranquilos. Desde el aparcamiento hasta el acceso al pueblo / abadía hay un paseo muy chulo en el que poco a poco el monte va creciendo ante tus ojos; en nuestro caso, como eran horas centrales y ese día la ola de calor se dejó notar, cogimos uno de los autobuses que recorre los 3 kilómetros. El monte nos recibió en todo su esplendor.
Al entrar al recinto amurallado, hubo un momento de agobio porque había mucha gente apelotonada, aunque en cuanto empezamos a subir (el sitio este está todo en cuesta), íbamos dejando gente atrás, y en seguida nos quedamos una cantidad muy manejable de gente. De camino a la abadía, de nuevo el parque temático, esta vez elevado a la enésima potencia. Aquí la sensación fue penosa y a punto estuve de decirle a Alex que nos fuéramos a algún sitio interesante de verdad.
Álex insistió en ver la abadía, “ya que estamos aquí txiki, y hemos pagado el parking y además nos van a cobrar de más porque las instrucciones son ambiguas”, y sobre las 17 entramos con la audioguía. Es una visita guiada por la historia religiosa del sitio y por los trabajos de ingenería para sostener esos edificios en un monte bastante escarpado. Bueno, pues la visita me encantó :D
El Mont Saint Michel fue un centro de peregrinaje muy potente; desde sus inicios con una “sencilla” tumba, hasta la gran iglesia con dos girolas que se ve actualmente. Todo esto fue incentivo para mantener en pie unos edificios cada vez más colosales. La visita pasa por las salas columnares que son los cimientos de la iglesia y el claustro; impresiona muchísimo la escala de los pilares que ponían para asegurar que no se cayera la iglesia (otra vez).
El claustro se puede visitar también, y, aunque es un claustro sencillo, lo curioso es que se asoma a un precipicio del monte.
Además, hacer la visita entre gruesos muros de piedra en horas de mucho calor supuso un alivio fantástico. La pega que le pongo (a dónde voy yo sin poner pegas) es la tableta-audioguía. Está diseñada para que sea una experiencia inmersiva, así que se espera que vayas girando, y en la pantalla se van proyectando distintas imágenes. Esto es un mareo descomunal, pero es que además, el giroscopio de mi tablet no iba nada fino y tenía que hacer algunos malabares para encontrar las imágenes. Perdía más tiempo en ubicar los elementos que en atender a la locución.
Y para terminar de rematar la visita, cuando salíamos de la abadía, por un camino estrecho, de pronto se pusieron en medio del camino dos crías de gaviota. Y la gaviota madre en el poyete vigilando. Allí nos íbamos agolpando los visitantes, ninguno quería molestar a las crías ni mucho menos arriesgarnos al ataque de la madre. ¿Ninguno? No, claro, alguien tenía que pasar porque estábamos al sol y las crías puñeteras estaban tan ricamente en el camino. Así que me sacrifiqué por el grupo y pasé. Pasé lo más lejos posible de las crías, porque no quería molestarlas, pero eso no impidió que la gaviota madre aprovechara para darme un castigo ejemplar y que todo el mundo viera de qué era capaz. No sé si me dolió más que me picoteara o que me cagara encima, y eso que yo gritaba “que soy pajarera, coño!”. El caso es que fui una pionera y abrí el camino para que otros pasaran. No exagero al decir que hubo aplausos. Mentiría si dijera que no eran míos.
La sensación del mont Saint Michel para mí fue bastante disonante; por un lado el modo circo este no me gustó nada como no me gusta en otros sitios; el pueblo es otro más y no tiene un encanto especial. Por otro lado, la abadía, en particular estos cimientos, esta obra monumental para sostener un claustro que prácticamente se cae al infinito, pues eso me impresionó. Así que aunque no me gusta hacer turismo de masas, lugares como este requieren pagar el precio del turista. Aun así hemos tenido mucha suerte porque en realidad había muy poca gente comparado con lo que llega a ser en temporada alta.
La Segunda Guerra Mundial
Viene confesión: en el momento de este viaje (julio 2025) estoy un pelín obsesionada con la Tercera Guerra Mundial. Nada loco en plan búnker, pero pienso a menudo, y la situación actual pues me produce desazón: la crisis climática y energética, el genocidio en Gaza y los avances de las ultraderechas en casi todas partes, me llevó a pensar en cómo fue posible una Segunda Guerra Mundial, y cómo no se evitó. Así que el viaje a Normandía tuvo el punto morboso de asomarnos a la Segunda Guerra Mundial, no solo como testimonio histórico, sino como observar un accidente a cámara lenta. Que os pensáis que todo son jajas, pero es que en mi cabeza conviven todos los estados de ánimo a la vez y pasa esto.
Así que planeamos varias visitas relacionadas con la Segunda Guerra Mundial y con el Desembarco de Normandía. Por un lado fuimos a algunas playas. En la Playa de Omaha, hay un gran cementerio americano y un memorial. La visita es informal pero se percibe en todo momento mucha solemnidad. Allí acuden turistas como yo, y también familiares de fallecidos o desaparecidos para quienes se protege un espacio digno.
Aproveché que bajamos a la playa para hacer check en el Canal de la Mancha; a pesar de ser julio y la ola de calor, estaba fría de narices.
También fuimos a la Playa Gold, otro de los lugares donde llegaron los primeros combatientes para abrir el camino a la “invasión” de Europa. En todas partes había muchos carteles, con mapas explicando la táctica del Día D. Y en todos los pueblos había una plétora de banderas de todas las naciones que participaron en el desembarco o en las campañas posteriores.
Además de visitar algunas playas, fuimos a dos museos. En Bayeux, visitamos el Museo del Desembarco. Un museo muy completo sobre la preparación y la ejecución del desembarco, y que a mí no me gustó mucho porque el propio museo no tenía mapa, era difícil ubicarse, y la disposición de los carteles no ayudaba nada. Así que hice una visita browniana, pero me fui sintiendo que había sido una oportunidad perdida. En Caen visitamos el Memorial de Caen, que está dedicado a la Segunda Guerra Mundial de forma más general. Es un museo enorme pero de diseño moderno (¡tiene planos!), lo que ayudó a que fuera una visita muy interesante.
Tiene una parte dedicada al Período de entreguerras, desde la Primera a la Segunda Guerra Mundial; aquí leí la idea de que el final de la IGM fue realmente un armisticio que terminó al comienzo de la IIGM. Hay paneles interesantísimos sobre la situación geopolítica (el crack del 29, los acuerdos de Munich…), que explican una parte del conflicto. También explica, aunque tangencialmente, el conflicto en Asia, desde donde entraría USA a la guerra; el desarrollo del antisemitismo en Alemania, los primeros ataques territoriales, que fueron ignorados, los siguientes ataques, que fueron aceptados, la invasión de Francia, desde donde hubo traición a la república…
Después de las explicaciones sobre la IIGM, el museo sigue con las consecuencias: la Guerra fría, el telón de acero, la caída de la URSS… Cuanto más cerca estaba en el tiempo, más se le veía el plumero al museo; hablaba sin tapujos del “fracaso del socialismo”, pero por lo visto debe sostener que el capitalismo representa alguna forma de éxito porque de eso no se habla. El museo en ningún momento habla de la Guerra Civil Española o de la dictadura franquista, solo para mencionar el bombardeo de Guernika. Y dado que es de notabilísima actualidad, creo que deberían hacerse eco de la guerra en Ucrania, pues también es hija de aquellos conflictos.
A pesar de que no compartí todas las decisiones editoriales con el museo, reconozco que es una visita imprescindible; es una propuesta de muchísima calidad, y las más de cuatro horas que estuvimos en el museo se pasaron en un suspiro. Así que si pasáis por Caen, no dejéis de visitar este Memorial, bien se merece una mañana entera de vuestro tiempo.
El turisteo mainstream
En Normandía, igual que en Bretaña, hay más pueblos bonitos que pueblos en general, así que también nos dejamos caer por las callejuelas de algunos de estos. En Bayeux fuimos a ver el Museo el tapiz. Tiene una visita ultra-guiada que te lleva a buen ritmo por todo el tapiz (es larguísimo) y después tiene unas exposiciones sobre la historia del tapiz, quién la construyó, dónde, dónde se guardó, menos mal que los nazis decidieron protegerla… también habla de los materiales y las técnicas con se hizo. Es una obra de arte y artesanía única en el mundo, aunque ahora quiero yo hacer un tapiz así con los viajes tontakos que va a rivalizar en belleza o al menos en metros de tela.
Rouen fue una de estas visitas en las que sale casi todo mal. Es una ciudad tremendamente hostil tanto para el coche (mola) como para el peatón (wtf, al menos elige un favorito). De pronto llovía a cántaros y en un momento cambiaba a 35ºC. En la oficina de turismo se pegó a mí un señor que olía fatal, y por lo menos confirmé que no tenía COVID. Aun así, sacamos un paseíto bastante majo por lo más destacado de la ciudad. Empezamos por el Museo de Bellas Artes donde la exposición permanente es una colección de impresionistas, que si queréis hacer feliz a Álex, regaladle un Monet (uno de verdad, eh, que no me entere yo).
Caminamos hasta la Abadía de Saint Ouen, un antiguo monasterio benedictino con catedral gótica.
Debíamos estar en emergencia espiritual, porque del tirón nos fuimos a la Catedral de Notre Dame de Rouen, otra creación gótica de pilares infinitos. Hay que reconocer que otra cosa que hacían muy bien los franceses era el gótico y las cristaleras. Al césar lo que es del césar.
Pasamos por el Gran Reloj, que tiene visita pero que, ¿casualidad o sabotaje?, justo ese día a esa hora estaba cerrado. Pudimos disfrutarlo por fuera y avisar de que lo pusieran en hora, que con el cambio se había quedado una hora atrás. Se lo comenté a los gendarmes en mi mejor francés, pero no se inmutaron.
Y como llevábamos, qué sé yo, treinta minutos, sin visitar ninguna iglesia, fuimos a la Iglesia de Juana de Arco, una iglesia de concepción moderna (es de os 80), con una arquitectura muy singular, que sirve de marco para una cristalera del S.XVI. Las cristaleras me impresionaron y la iglesia me sorprendió mucho.
El pajareo
En Normandía también fuimos a pajarear lo que pudimos y, aunque no se nos dio tan bien como en Bretaña, nos regaló unos paseos fantásticos por marismas y zonas a la sombra. Justo al final de las etapas de Normandía, donde hubo pajareo y hubo IIGM, nos dimos cuenta de que este vídeo había sido grabado específicamente para nosotros. Nos dio la risa floja pero también buscamos la cámara oculta.
Tours
¡Y bola extra! Desde Normandía emprendimos el camino hacia el sur con una parada en Tours, a orillas del Loira. La excusa era visitar algunos chateaus y que el viaje de vuelta no fuera tan pesado. En Tours la ola de calor fue benigna, con máximas de 26ºC. Con estas temperaturas: algún museo abría solo de mañana y a mitad de precio, una abadía cerró por calor extremo, recomendaban no visitar los castillos en horas centrales por el riesgo por el calor. A 26ºC. Animalicos… El caso es que nosotros, aunque no nos gusta el calor, pues estamos bien adaptados a esas temperaturas y pudimos sacar alguna visita en horas de calor, y mucho paseo cuando ya se iba el sol, que era cuando la temperatura bajaba mucho y se estaba realmente bien. Y con estas nos dimos unos paseos trankis por Tours.
Fuimos prontito por la mañana al Castillo de Villandry, para pasear con calma por los jardines. Son jardines de estilo francés, es decir, suuuuuper domesticados, organizados y simétricos, y también de inspiración monástica, de forma que tienen unos huertos magníficos. En todo momento se pasea por una naturaleza constreñida, pero increíblemente bella; y no se puede dejar de apreciar la artesanía y buen oficio en el diseño de los jardines y en su mantenimiento. Desde las aromáticas hasta las hortalizas, todo esta al servicio de la belleza y de una producción orgánica.
Los jardines ornamentales están llenos de simbolismo y aquí sí que puedo suponer que los paisajistas se habían pasado con el vino del Loira, pues los símbolos estaban absurdamente cogidos con pinzas.
También estuvimos dentro del chateau, aunque lo que más disfruté del mismo fueron las vistas al jardín desde otros puntos de vista. Eso, y el reconcome que se percibía en la audioguía ante el hecho de que la reconstrucción y revitalización del castillo se dio gracias a un médico de Don Benito, casado con una heredera de los USA, que compraron la propiedad y se dedicaron en cuerpo y alma a su acondicionamiento y a darle el esplendor de antaño. La audioguía decía, literalmente, “¿ironía o paradoja?”, y yo me puse a gritar como una loca, ¡¡no, malditos franceses, no es ironía, ni paradoja, es el chauvinismo que os rezuma por los poros, iros a pastar franceses, me kago en mi vida!! Y bueno, a estas alturas ya sabéis que mis intervenciones anti-galas no terminan bien, y en fin, que me echaron al foso. ¡Mereció la pena!
Y una vez me sequé al solete, nos fuimos a ver otro chateau, Azay-le-Ridou; en este caso, los jardines eran más de tipo inglés, asalvajados, y daban una sombra que apreciamos en particular. Aparte, lo más llamativo es la arquitectura renacentista del castillo, y su impresionante escalera central, desde la que pudimos asomarnos a todas las estancias.
Y si os queréis asomar vosotras a algo renacentista e increíblemente bello, ¡aquí los Tontakos da Vinci!
Podéis ver el resto de fotos de Normandía en este álbum de Flickr y las de Tours en este otro álbum de Flickr