¡El Team Tontako cumple años! Y nos pareció que la mejor forma de celebrarlo era de finde rural y geocacher. En esta ocasión elegimos la Sierra de Ayllón, en Segovia junto a la muga con Guadalajara.

El viernes apenas teníamos que hacer una hora de coche para llegar hasta Riofrío de Riaza, que sería nuestra base de operaciones durante el fin de semana. Aprovechamos la tarde acercándonos a Ayllón, un pueblo con larga historia (se cree que proviene de un asentamiento celtíbero), que propone una visita por sus calles y monumentos a través de paneles colocados junto a éstos. Se accede al centro histórico a través de un arco medieval en los restos de la antigua muralla. Un bonito paseo para entrar en modo “pueblos de Segovia”.

Riofrío de Riaza Riofrío de Riaza

El sábado nos levantamos pronto pero sin madrugar demasiado. Aunque está haciendo un tiempo “bueno” (horrible en términos globales), a principios de marzo en la montaña segoviana no nos iba a hacer muchísimo calor, así que no necesitábamos ir a la ruta muy pronto para evitar la subida en horas centrales. De entre las opciones de la zona, habíamos elegido la subida al Pico de la Buitrera, pues aunque es un poco más exigente de lo que solemos hacer, nos pareció un reto asequible.

La noche del viernes preguntamos en el alojamiento si había nieve en la zona de la Buitrera. Eduardo, nuestro fantástico anfritrión, nos dio tranquilidad:

  • Algún nevero a lo mejor, pero mucha nieve seguro que no hay
  • ¿Sí? Qué bien porque no hemos traído ni polainas
  • Nahhhh, seguro que no os hacen falta polainas.

Así que tras un buen desayuno, preparamos nuestras viandas y nos fuimos al Puerto de la Quesera, desde donde comenzaba nuestra ruta, esperando, a lo mejor, algún nevero:

Algún. Nevero. En realidad había bastante nieve y tramos largos por nieve. Esto nos ralentizó el ritmo, pero no puso en peligro la ruta en ningún momento, y añadió el toque del paisaje blanco que nos acompañó en muchos tramos. Además nos dio la anécdota de la ruta; cada vez que cruzábamos un nevero o nos hundíamos de nieve hasta las rodillas nos reíamos con el mantra de “algún nevero. A lo mejor”. Y por supuesto, no perdí la oportunidad de contárselo a Eduardo que no se esperaba ni tanta nieve ni tanto cachondeíto por nuestra parte.

Fotopies estilo dendarii Fotopies estilo dendarii

La ruta fue maravillosa; el día acompañó y eso fue de gran ayuda ya que había algunos retos añadidos: el esfuerzo físico por un lado y algunas zonas aéreas por otro lado. La parte del esfuerzo no tiene mucho misterio, salvo ir a la velocidad a la que puedas ir, disfrutando del paisaje, cogiendo cachés y sacando fotos. Las zonas aéreas me sorprendieron puesto que las sufrí muy poco. Este comienzo de año hemos hecho varias rutas y las oportunidades de exposición me habían preparado para la Buitrera. Así que pude disfrutar durante toda la ruta, sin que Alex tuviera que ayudarme a pasar ciertas zonas. Finalmente, este es el recorrido que hicimos:

A media tarde volvíamos a por el coche en el Puerto de la Quesera, donde nos juntamos unos cuantos senderistas que volvíamos de distintas rutas. Un grupo volvía del Pico del Lobo (una de las opciones que desechamos) y nos contó que tuvieron que tirar de crampones, así que una suerte no haber ido a por esa ruta, ya que nos habríamos tenido que dar la vuelta sin llegar al Pico. En el alojamiento nos refrescamos un poco y nos acercamos a Madriguera uno de los pueblos rojos de la zona. Son bonicos, aunque menos marxistas de lo que yo me esperaba.

¡A la huelga general! ¡A la huelga general!

Antes de volver al alojamiento, nos acercamos a Riaza, que estaba de carnaval y había ambientazo por el pueblo. Nos tomamos unos potes y a duras penas pudimos evitar la purpurina de los disfraces en la plaza.Terminamos el día muy cansados pero con geniales sensaciones.

El domingo por la mañana hicimos una ruta cachera; entre Riaza y Riofrío de Riaza hay unos 5 km por un camino con unos cuantos cachés. Dejamos el coche en Riaza y cogimos el Sendero de los Molinos, un camino precioso que discurre junto al río Riaza y en el que encontramos un total de un único molino. El resto estarían aún hibernando, ejem.

Desde Riofrío se vuelve por el Desfiladero del Riaza que, a nadie sorprenderá, es un desfiladero. A pesar de la proeza épica del sábado, este desfiladero nos dio bastantes quebraderos de cabeza ya que en algún tramo el camino estaba precario y muy expuesto.

Esta sencilla ruta mereció la pena tanto por las vistas y el paisaje, como porque ¡cogí mi caché número 1000!. Como afición me sigue encantando, ya que exige muy poca preparación y materiales, y siempre hay algún tesoro escondido para darte una pequeña alegría. Tras el paseo, comimos en Riaza y volvimos a Madrid, a la ciudad, y a las rutinas.

Nos quedó un fin de semana tan estupendo como este selfie que nadie veía venir:

Parejón en el Parrejón. LOL. Parejón en el Parrejón. LOL.

Y si aún os quedan ganas de más neveros, aquí os dejo las fotos del fin de semana:

¡Por muchos más cumple-tontakos!