El segundo día en Roma empezó madrugando también, porque creo que me perdí la clase de “cómo descansar en vacaciones”. Quien se llevaría mis desvelos esa mañana fue la Villa Borghese que bien vale un madrugón.
Villa y Galería Borghese
En la Roma barroca, las familias pugnaban por el poder de muchas y muy originales formas; una de ellas era tener un papa en la familia. Lo normal. Además, cuando alguien de la familia llegaba a Papa lo celebraba con austeridad. Con lo que se entendía por austeridad en el S.XVII. Por ejemplo, Scipione Borghese se construyó un palacio en una villa con jardines, fuentes y templetes. Además llenó las salas de obras de arte.
Tuvimos suerte y pudimos coger entradas gratuitas; solo habilitan estas entradas 4 días al año y ¡nos tocó! Claro que como la hora disponible eran las 9, tuvimos que levantarnos temprano para llegar a tiempo. Esto hizo que pudiéramos recorrer la ciudad con las calles prácticamente vacías, lo que contrastó mucho con la primera impresión del sábado tan lleno de gente.
Dentro del edificio pudimos admirar varias estancias, cada cual más exagerada y opulenta que la anterior. Aquí venían a demostrar poderío y no se la querían jugar.
En la planta baja, pudimos ver el Salón de Honor con estatuas, bajorrelieves y trampantojos junto a mosaicos del S.IV incrustados en el suelo.
Atravesando grandes puertas, fuimos visitando las distintas habitaciones. En una más pequeña estaba la Paulina Bonaparte de Canova, tumbada semidesnuda como una Venus Victoriosa y que en su época fue el salseo total, como los robados de Ana Obregón. Pero en mármol carísimo.
Una obra que me impresionó mucho fue el David de Bernini. Acostumbrada a la elegante, soberbia y clasicista visión de Miguel Ángel, la versión barroca de Bernini está en movimiento y sobre todo, David con el ceño fruncido y mordiéndose el labio a punto de lanzar la piedra con la honda.
Una sala que congregaba a mucha gente (y muuuuchas fotos de mala calidad hechas a escondidas) era el grupo Apolo y Dafne, también de Bernini. Dafne, harta del acoso de Apolo, pide a Zeus que le ayude. La muchacha no debía estar al tanto de que los dioses eran en general una panda de cabrones de mucho cuidado. Total, que Zeus podría haberla lanzado al río dejándola en manos de una loba maja, sin embargo decidió convertirla en laurel para que Apolo… se buscara otra víctima. Si esto no es patriarcado clásico yo ya no sé. El caso es que Apolo escogió las hojas de este laurel para hacer la corona de los vencedores; y este símbolo llega hasta nuestros días en el dicho “dormirse en los laureles”.
El Rapto de Proserpina también acaparaba miradas y admiración, pues es una obra de juventud de Bernini donde esculpió incluso la presión que ejercen los dedos de Hades sobre la pierna de Perséfone cuando la está raptando. Una auténtica belleza.
Como a Álex le gusta mucho Caravaggio, aprovechamos para acercanos a una sala que reúne varias de sus obras maestras. Y de sala en sala, se nos pasaron volando las dos horas que teníamos disponibles para recorrer el palacio. Es una visita muy recomendable, tanto por la arquitectura como por la colección de arte que alberga.
El exterior del Palacio es una suerte de Parque del Retiro, con fuentes, palacetes, rinconcitos, un pequeño lago donde alquilan barcas a turistas. Recorrimos el parque de norte a sur y de este a oeste, aprovechando que el buen tiempo que nos hacía.
Villa Giulia
Desde la Villa Borghese nos acercamos a la Villa Giulia, donde está el museo de arte etrusco. Se entra en un parque en cuyo centro hay un ninfeo (rinconcito barroco cozy) y un jardín muy agradable. Cuando fuimos a comprar las entradas descubrimos que era el día gratis, ¡yay! No es un museo muy visitado así que a pesar de que no había que pagar éramos pocos quienes lo visitábamos.
Ofrece un recorrido muy interesante por el arte y la cultura etruscas a través de los restos arqueológicos encontrados en Roma. Los etruscos fueron un pueblo muy ligado a la historia de Roma así que veíamos motivos que me recordaban a la antigua Grecia, a las civiliaciones orientales y a los pobladores del Lacio. Escritura, vasijas y joyas pulcramente dispuestas. Me gustó mucho aunque es cierto que la exposición es tal vez demasiado grande y después de 300 vasijas, la tricentésimo primera no me sobrecogió como las anteriores. Con todo, fue una incursión al trabajo en cobre y otros metales que me gustó mucho.
Como se nos hacía la hora de comer, nos acercamos a la Piazza del Popolo donde teníamos recomendado un restaurante. De camino nos topamos con un montón de gente en la calle haciendo cola en un establecimiento pequeño. Eran esencialmente romanos y nos hicimos los suecos (sin saber que en Roma odian, ODIAN a los suecos) para ver el por qué de tanto revuelo. Resultó ser una típica tienda de embutidos y panini: es un sitio donde te hacen el bocata en el momento. Así que nos hicimos con nuestros respectivos bocatas y nos los tomamos en la Plaza del Pueblo, que estaba muy concurrida y con buen ambiente. Entre mordisco y mordisco, leímos en la guía que allí se colocó la primera guillotina en Roma y así la comida se nos hizo mucho más amena.
Por la tarde, teníamos que bajar esos bocatas (costó terminarlos) y no se nos ocurrió mejor forma que cruzarnos de nuevo la ciudad paseando para subir al mirador del Janícolo, otra de las 7 colinas de Roma y desde donde se pueden ver unas preciosas vistas de la ciudad.
El resto de la tarde lo pasamos tranquilamente leyendo y escribiendo este vuestro blog favorito, ya que queríamos guardar fuerzas para uno de los platos fuertes que venía al día siguiente: Coliseo, Foro y Palatino.
No han pasado casi ni 24 horas y ya soy consciente de cómo viste la gente en Roma. Alex y yo, que habitualmente vestimos de vaqueros y poca moda, aquí directamente somos unos zaparrastrosos que avergonzamos incluso a los perretes. Mañana me compraré un Gucci y lo arreglo, pero qué vergüenza hoy…
Hoy comí…
Hoy comí el panino de porcheta y tomate seco, que estaba deliciosa y me sentó bastante mal, pues no pude comer nada más en todo el día. Saqué un hueco para probar el famoso helado italiano pero tuvimos mala suerte puesto que tomamos uno poco reseñable que ni me terminé porque el helado debe estar excepcional o ni me molesto. Aunque no estuvo a la altura de su fama, no se me quitan las ganas de encontrar un helado rico.
Quien sí está a la altura de la fama es el Team Tontako, y para muestra un botón-selfie:
¡Seguid atentas!