Como si del día de la marmota se tratase, hoy nos tocaba visitar el Vaticano. Había muchas incógnitas, por ejemplo, ¿sabríamos llegar (otra vez)? o ¿sabríamos leer bien las indicaciones? ¡Tanta incertidumbre!
La otra emergencia espiritual
Después del paseo eclesiástico de ayer, yo pensaba tomarme la mañana con calma, pues la visita era a las 14. ¡Loca de mí! ¡Ilusa inconsciente! Roma tiene unas 300 iglesias y por lo visto Álex ha hecho una apuesta sobre visitarlas todas. Es como hacer geocaching pero con ábsides barrocos.
Salimos callejeando hacia Campo di Fiori que es un rastro donde comprar desde productos frescos a quesos y pastas; también, claro, hay puestos que venden flores y unos cuantos que venden pasta de infinitos tipos. En nuestro deambular me paré a fotografiar algunas fachadas llenas de hiedra que son tan típicas en el centro de Roma. Además, pudimos asomarnos a un montón de patios interiores de palacetes, todos muy recoletos.
Nos llamó la atención la Iglesia Española de Santiago y Monserrat en la que entramos para echar un vistazo, pero que no tenía mucho interés (ni paneles informativos que lo señalaran).
En la Piazza Navona encontramos abierta la Iglesia de Santa Agnes en Agonía, construida por Borromini (la némesis de Bernini); a estas alturas su decoración barroca destaca poco, pero sí cabe señalar su planta de cruz griega.
Ya conocéis el gusto de Álex por Caravaggio así que nos dejamos caer por San Luigi dei Francesi para disfrutar de los tres grandes lienzos del autor que tienen. Además, la iglesia es muy bonita.
Como teníamos tiempo, volvimos al Panteón de Agripa. Es una estructura inmensa y una obra de ingeniería punta. La cúpula está hecha de distintos materiales, más ligeros cuanto más arriba estuvieran, y además está coronada por un gran agujero que cumplía una función estética, pero también práctica pues ayudaba a compensar las fuerzas del resto de la cúpula. Nos estuvimos imaginando el Panteón dos días antes, con las lluvias torrenciales entrando por ese agujero central.
Intentamos visitar la Iglesia Santa María Sopra Minerva pues es de lo poco que podemos encontrar gótico en Roma, sin embargo estaba cerrada así que nos contentamos con el elefante de Bernini que protege la plaza.
Escondida entre callejuelas dimos con Santa María in Pace, una iglesia muy sencilla donde destacan los colores que Rafael (la del antifaz rojo) puso en un fresco sobre las Sibilas. Fue de nuevo un paseo fantástico por las calles del centro de Roma.
El Vaticano
Se nos había hecho la hora de llegar al Vaticano así que encaminamos nuestros pasos hacia el ya-conocido procedimiento: entrada, seguridad y tickets. Yo iba con miedo de encontrame con mucha gente por la audiencia del Papa, pero por lo visto los miércoles es buen día para visitar los museos vaticanos pues hay menos gente (wtf). Según llegábamos a la entrada, vimos muchos puestos vendiendo recuerdos y me llamó la atención un calendario de curas así guapetes (¿?).
Me acordé de cuando Angela y yo fuimos hace cosa de un año a ver una obra de teatro, teatro de vanguardia, La divinísima comedia, y resultó que nos habíamos equivocado, y lo descubrimos cuando el cura (sospecho que no era cura en realidad) se quitó la sotana y vimos que iba como un escocés por las Highlands… Por supuesto, compré el calendario para Angela.
Y en estas disquisiciones estaba yo cuando comenzó nuestra visita guiada por los Museos Vaticanos y visita no-guiada por la Capilla Sixtina. La guía nos iba a acompañar durante los museos, pero no podía entrar en la Capilla, así que lo primero que hizo fue darnos unas nociones para entender el contexto de la Capilla Sixtina. Tuvimos mucha suerte pues nuestra guía, además de una vasta erudición, se le notaban las ganas y disfrutar enseñando esos rincones a los interesados.
Los museos vaticanos son varias galerías en las que se exponen algunas colecciones. Hay obras de arte de cualquier época y tienen algunas obras únicas. Accedimos a través del Jardín de la Piña, aunque la piña está siendo restaurada y ahora mismo es el Jardín del andamio que cubre la piña, aunque también tiene obras católicas contemporáneas emblemáticas, como la Esfera dentro de la esfera.
No nos paramos en todas partes, sino en lo más reseñable según nuestra guía. Pudimos ver el boxeador, réplica en mármol del S.II de un original de metal del S.IV aC y que cambiaría el paradigma de lo que significaba la escultura y el movimiento.
Seguimos por las galerías hasta un jardín donde contuve la respiración un microsegundo, pues el Laocoonte está ahí, bajo una hornacina. Es una escultura maravillosa, además de tener mucho significado político. En el Vaticano en particular, recuperaron su significación de la pérdida de la Guerra de Troya como origen de Roma para enlazarlo con la curia.
Nos detuvimos un buen rato en la sala de las musas, donde se encuentra la escultura del torso; ésta fue una conocida fuente de inspiración para Miguel Angel, y lo que el artista desarrollara sería más adelante fuente de inspiración para El Pensador de Rodin.
La Sala de los mapas también se llevó nuestras atenciones, por su estética y… ¡¡porque había mapas!! Estos mapas son una acción política pero también un estudio geográfico, y cuentan con sus escalas y sus ejes de coordenadas y ojalá tener 6 días completos para poder fijarme en todos los detalles.
La guía tenía más o menos una hora y media para su parte, y se estima que tienes otra media hora para la Capilla. Antes de entrar en las Estancias de Rafael llevábamos más de dos horas aunque el grupo no daba señales de apuro ni de cansancio, así que esto le dio aire para detenerse aún más en estas estancias.
Son unas habitaciones decoradas por varios autores, aunque la mayor parte es de Rafael, pues cuando él llegó al equipo, deslumbró de tal manera que echaron al resto. Hay unos frescos nocturnos preciosos, motivos mitológicos, motivos de epopeya, históricos y políticos y también filosóficos. Me gustó mucho el fresco donde estaban los filósofos y pensadores, en cuyo centro destaca el diálogo que mantienen Platón y Aristóteles.
Tras más de dos horas y media, nuestra guía consideró que ya estábamos preparados para entrar en la Capilla Sixtina. El contexto en que se desarrolló esta capilla es muy interesante; Miguel Ángel se había especializado en escultura, y le piden que pinte a lo que él se niega pues pintar era un arte menor. Los papas eran como los emperadores romanos a la hora de intentar demostrar cosas, así que hacía falta que se encargara el mejor. Tras sobornos, amenazas o civilizado diálogo accedió y fue una intensa labor de 4 años. En los primeros frescos se aprecia que Miguel Ángel no tenía ni idea de pintar frescos pues dibujó mucha gente muy apretada en una escena que se iba a ver a veinte metros desde el suelo. Pero como era un genio, aprendió rápido y la Capilla terminó por ser una maravilla de la perspectiva, de la combinación de motivos paganos y cristianos, del arte y de la historia. Se aprecia muy bien también la diferencia entre la obra de juventud (la capilla) y una obra más madura y post-contrarreformista como es el mural del juicio en la misma sala.
Me habían avisado de que la Capilla, sí o sí, iba a estar absolutamente llena y resultó que estaba prácticamente vacía; paseamos mirando al techo y cuando nos cansamos, nos sentamos en los bancos laterales a seguir mirando. Así estuvimos otra hora disfrutando de la capilla. Tanto los museos como la capilla son una visita sobrecogedora que merece mucho la pena.
Con el subidón por esta experiencia religiosa, salimos de los museos y nos acercamos a la Basílica de San Pedro. Tampoco había cola ni prácticamente gente, así que nos detuvimos cuanto quisimos en la increíble enormidad de esta basílica. Para que os hagáis una idea, calculo que es más grande que mi casa.
Disfrutamos del Baldaquino de Bernini, pero no pudimos recorrer la girola, pues sólo abrían para confesión.
Tras un día tan intenso, decidimos volver al hotel dando un paseo por el río, con poca conversación pues queríamos paladear la experiencia y atesorar bien los recuerdos de nuestras retinas.
Hoy comí…
Hoy repetimos panini en el mismo sitio; nos gustó mucho y es rápido así que nos vino bien para antes de los museos. Decidí darle otra oportunidad a la pasta e ir a por la clásica rigatone alla carbonara. Estaba riquísima y con el punto al dente un poco más hecho. Volví a probar la alcachofa, esta vez alla romana: está mucho más rica que la preparación frita, pero sigue teniendo mucho aceite que oculta el sabor del producto fresco.
En el Vaticano nos echamos un amigo y nos presentó a su pez torpedo:
Ya enfilamos el tercio final del viaje, pero aún quedan sitios por visitar y más posts para contároslo; ¡no os los perdáis!