Al dedicar tantos días a Roma, teníamos la oportunidad de conocer otras zonas que se suelen quedar para segundas o terceras visitas. Teníamos muchas ganas de ir a Tívoli aunque Tívoli no tenía muchas ganas de que nosotros fuéramos.
El reto
Llegar a Tívoli fue un reto mayor de lo que cabe pensar. No hay transporte público sencillo desde el centro y no encontramos ninguna agencia turística que tuviera esta excursión. Así que nos tocó hacer todos los transbordos del universo en lo que denominé el decimotercer trabajo de Hércules.
Salimos del hotel y anduvimos hasta una parada cercana donde coger un tranvía. Ese tranvía nos dejó en una estación de metro, y el metro nos dejó en una estación de autobuses regionales, donde con suerte saldría un autobús hacia Tívoli. La estación tenía esta pinta:
Esta estación se traduce automáticamente por un “mierda, me he perdido” porque A VER. Pero resulta que era la estación buena y al rato apareció un autobús que nos llevaba a Tívoli. Le pedí al conductor que me dijera qué parada era. Me dijo que ya nos avisaría. No nos avisó. Pero como andamos tentando poco a la suerte, estábamos atentos y nos bajamos donde correspondía. ¡¡Llegamos a Tívoli!!!
La recompensa: Villa d’Este
Tívoli es un pueblo construido en una colina, hecho del que se aprovecharon los arquitectos de la villa que íbamos a visitar. Desde el centro del pueblo se llega fácilmente a la Villa d’Este.
Yo pensé (en plan hábil) que se llama Villa d’Este porque está al este de Roma. Sin embargo, el nombre viene de quien lo mandó construir, el cardenal Hipólito II d’Este, cuando el rey Enrique II le cogió ojeriza. Así que para ahogar sus penas, en 1550 se mandó construir un casoplón, que ojalá caerle yo así de mal a algún rey.
El conjunto consta de un palacio donde se exponen sobre todo los frescos y mosaicos originales, y el impresionante jardín de fuentes.
Con diferencia lo más interesante es el jardín; lo primero que se ve es el jardín desde una terraza alta dentro del palacete, y ya se intuyen los caminos que hay que recorrer y los rincones que hay que visitar.
Y después se accede al jardín, con escaleras y caminos por todas partes, pero sobre todo con fuentes. Si alguna vez habéis pensado que un jardín tiene un máximo de fuentes, los arquitectos del S.XVI se adelantaron y pusieron a prueba toda hipótesis. Hay mogollón de fuentes, y voy a tener que insistir en ello mucho porque básicamente, visitamos fuentes.
Por ejemplo, la Fontana dell’ Ovato, una fuente enorme, con la sibilas y las alegorías de los ríos entre caños y grutas
O la Fontana di Jove, al final de un canal que el cardenal mandó construir como vivero de peces, ya que él no compraba en la lonja, que eso era de pobres, él se criaba sus peces.
Llegamos a la Fontana dell’Organo justo cuando se ponía en funcionamiento. Se trata de una fuente cuya agua pasa por una caverna, empuja el aire que es obligado a pasar por los tubos de un órgano funcional que toca una canción predefinida. Es sofisticado y sobre todo es exagerado.
Cuando se iban quedando sin hueco, decidieron hacer las fuentes pequeñas y apretadas, así diseñaron la Vía de las cien fuentes. Confieso que no las conté:
Y entre fuente y fuente, los paisajistas se lanzaron a poner estatuas como si las fueran a prohibir:
Fue una vista plácida paseando esos caminos. Creo que en verano será un sitio muy agradable para escapar de los rigores del calor. Comimos en Tívoli y en un estanco compramos los billetes para ir a la siguiente visita, la Villa Adriana, y los billetes para volver a Roma desde allí.
Momentos bonitos
Mientras estábamos en la parada esperando, una señora italiana nos encomendó a una turista tailandesa que no tenía muy claro cómo proceder; como la señora no hablaba inglés, la pastoreó hasta nosotros. Le dimos las indicaciones, “mira vete allí y compra los billetes” y allá que se fue. La señora entonces entabló conversación con nosotros. “Pero si no sabéis italiano”, diréis. Pues por lo visto no fue óbice para la charleta.
En eso que vimos que la chica se iba por donde no debía y cruzamos miradas de preocupación y después de victoria cuando emergió de la tienda correcta y venía triunfante con sus billetes. Como íbamos muy muy justos de tiempo, llamé a la oficina de la Villa para preguntar si eran muy estrictos con la hora de cierre de la oficina de tickets, y me dijeron que tranquila, que eso estaba abierto hasta las 17 en lugar de a las 15:30 como ponía en la web. ¡Iba todo bien!
En eso que llega el bus y nos montamos la otra turista, la señora amiga y nosotros. Enseñamos los tickets y nos dicen que esos no valen. Los acabábamos de comprar en el kiosko. La otra turista tenía el billete bueno ¡y se lo había vendido la misma chica! En ese momento la señora amiga sacó dos tickets de su cartera y se los dio al conductor, que aceptó dos tickets para los tres. Abracé a la señora, le besé los pies y cuando ya era demasiado raro, permití que el bus saliera. ¡Ahora sí, iba todo bien!
En eso que llegamos a la oficina donde comprar las entradas de la villa y estaba cerrada. “Somos muy estrictos en la hora de cierre”. Y yo diciéndoles que acababa de llamar. Y ella que sí, pero que no le había llamado a ella. Y yo diciéndole, pero que he tenido que robar a una señora para llegar. Y ella, mira esto es muy raro, mejor abro la oficina os vendo entradas y pasáis a ser problema de otro. Y así es como llegamos a la Villa Adriana, sin explicarnos del todo lo que había sucedido.
La recompensa: Villa Adriana
Pues ya estábamos en Villa Adriana. A pesar de que comparte nombre con nuestra visita anterior, entre ambas sucedieron casi quince siglos. Fue el emperador Adriano el que mandó construir esta gigantesca villa a las afueras de Tívoli.
Tras recorrer Oriente, Adriano quiso recrear algunas obras y lugares que había visitado. Así en el año 126 comenzaron las obras que duraron hasta el 134. Dejo aquí una maqueta del lugar:
Quedan en pie unas ruinas muy interesantes y evocadoras. Además, como las visitamos en la hora del atardecer, pudimos disfrutar de unos colores y luces preciosos. Nada más llegar, se accede al Pécile, donde pudimos apreciar en detalle el aparejo reticular que encontramos por toda la villa:
Fuimos paseando hasta la sala de los filósofos, que a su vez es el acceso al Teatro marítimo, un pequeño islote artificial al que Adriano accedía a través de unos puentes cuando quería alejarse del mundanal ruido.
De la villa quedan en pie algunos muros de las termas, dos bibliotecas e incluso una enfermería en la que cabían hasta 30 camas. Y en la parte sur de la villa está el Canopo. Canopo es una ciudad egipcia famosa por su templo a Serapis. Adriano construyó un templo similar y habilitó un canal hasta él, emulando el templo original.
A esa hora bruja y solos como estábamos visitando la villa, las estatuas silentes junto al canal eran de pronto locuaces y daban alas a la imaginación.
Cuando el cielo nos indicó que debíamos abandonar la villa, buscamos la parada de autobús donde comenzaríamos la romería de vuelta. Fue un día precioso, de nuevo el tiempo acompañó y me gustó mucho salir de Roma y conocer algo más allá de la Vía Apia.
Hoy comí…
En Tívoli fuimos a un restaurante especializado en pescado, donde vi que tenian alubias con mejillones, que es un plato que he visto en muchos sitios pero no me había animado a pedir todavía. Es un plato muy contundente, un potaje delicioso que entró estupendamente. Álex se mantuvo fiel a la pasta y se la pidió fruti di mare. Además pedimos unas anchoas que estaban speciale según nuestro camarero: resultaron ser boquerones en vinagre, pero con un toque de hierbas delicioso. Por la noche fuimos a una pizzería junto a nuestro hotel que nos había llamado la atención. Resultó ser una pizzería totalmente de “combate”, llena de locales y turistas. Se come barato y la pizza está fantástica. También aproveché para probar un arancino a medias con Álex, porque ya sospechábamos que no iba a ser nuestro favorito.
Y como no podía ser de otra manera, el selfie de hoy incluye ¡una fuente!
Mañana toca paseo errático por la ciudad en busca de algunos lugares que hemos dejado pendientes; amenaza la lluvia así que el paraguas estará muy a mano.