Los dos últimos días de este viaje a Roma los dedicamos a “picotear” visitas que habíamos dejado pendientes, sólo por si nos daban tiempo. El tiempo seguía amenazando lluvia pero sobre el terreno parecía que iba a aguantar, así que nos lanzamos a seguir paseando la ciudad.
Comenzamos el viernes recorriendo de nuevo la Roma Imperial. Desde nuestro hotel, cruzamos el Tíber y enfilamos por el Circo Máximo
Al final del circo, encontramos el Templo de Portuno, la Fuente de los Tritones, el templo circular de Hércules vencedor y también allí está La Boca de la Verdad. Lo normal es que haya una larga fila de gente que paga para hacerse la foto; en estos días la cola era muy corta y solo pedían “la voluntad”. Vimos a un par de turistas poniendo caras para la foto y seguimos.
Hemos seguido subiendo hasta El Coliseo, donde ya se notaba un mayor número de visitantes. Esta vez, sin la preocupación de encontrar la fila o llegar a cierta hora, hemos buscado nuevas perspectivas del exterior del anfiteatro.
Y por si aún nos quedaban ganas de subir, hemos llegado a San Pietro in Vincoli que está en un pequeño alto; esta iglesia conserva unas reliquias en forma de cadenas, pero es célebre porque alberga el Moisés de Miguel Ángel (la del antifaz naranja). Es una gran obra de arte que tuvo bastantes vericuetos, pero que a su término hizo sentir al autor especialmente orgulloso. Cuenta la leyenda que cuando la dio por finalizada, Miguel Ángel le dio un pequeño martillazo y le dijo “Levántate y camina”. Lo que no cuenta la leyenda es que el golpe resquebrajó la estatua y la redujo a añicos. Aunque la narración oficial omita este punto, quienes sí se acuerdan son los canteros que tuvieron que trabajar horas extra para localizar un bloque digno del genio. Vaya que sí se acuerdan. En la segunda versión, Miguel Ángel no se hizo el listillo y por eso hoy en día podemos disfrutar de esta magnífica escultura.
También nos acercamos al Baptisterio de San Giovanni in Laterano; es una iglesia del S.V y cuenta como la iglesia cristiana más antigua de Roma y una de las más antiguas del mundo. Fue mandado construir por el emperador Constantino, famoso porque aceptó la libertad de culto para los cristianos, aunque él no se convirtió al cristianismo hasta el lecho de su muerte. El baptisterio es de planta octogonal y enormes columnas. Merece mucho la pena acercarse.
Y junto al baptisterio está la Iglesia de San Giovanni in Laterano, una iglesia enorme que fue la sede papal en Roma antes de llevarla al Vaticano. Dentro se conserva uno de los pocos vestigios del papado de Avignon, un precioso ciborio. Toda la reconstrucción se encomendó a Borromini, que aquí firmó su obra magna.
Una pequeña visita pendiente era la Fontana de Trevi; aunque había estado el primer día en la visita guiada, quería acercarme en algún momento con menos gente para poder observarla con algo de calma y sin empellones, así que dirigimos nuestros pasos hasta allí. Efectivamente había mucha menos gente, nos pudimos acercar a la fuente, verla tranquilamente y hacer fotillos en distintos ángulos. Me encantó todo el trabajo hecho para encajar la fuente con la pared del edificio sobre el que se apoya. En todo caso se nota que la fontana es el verdadero centro turístico de Roma.
Tras el paseo, decidimos meternos en el Palazzo Barberini a conocer su collección de arte antica; yo, que llevo siete días viendo piedras de más de 25 siglos, pensé que arte antica sería muy antigua, pero no… Se refiere a la concepción de “antigua” frente a “moderna” (revolución francesa). Así que lo que pude descubrir fueron iconos y rafaeles. En el museo hay muy poca gente así que podemos detenernos en las salas, sentarnos en los sofás a descansar y disfrutar plácidamente de una visita cultureta… acompañados por la alarma de incendios que no dejaba de sonar. La primera vez que la oímos, cumplimos el protocolo de salir ordenadamente hasta el primer guardia que nos dijo que tranquilos, que no pasaba nada. Así que bueno, no se quemó el Palazzo, pero ahora si veo un icono del S.V me pongo de mala ostia.
Al salir nos dimos cuenta de que llevábamos al menos dos horas sin visitar ninguna iglesia barroca y nos dio el apuro barrocui (de barroco y vacui, lo dejo aquí por si cuaja) así que buscamos rápidamente en Iglesiapp cuál era la más cercana y resultó que teníamos a dos pasos Santa María de las Victorias, que además ganó el concurso “Iglesia Barroca 1606”: ni al parpadear dejas de percibir el ornato. En esta iglesia se pasaron cuatro pueblos con el barroquismo. Pero además de trescientos tipos de mármoles distintos, la iglesia tiene el famoso Éxtasis de Santa Teresa de Bernini.
El sábado volábamos por la tarde así que nos planificamos una visita sencilla y breve por la mañana, pero que nos dio la excusa para recorrer de nuevo media ciudad andando. Se trata del Palazzo Massimo alle Terme y al lado las Termas de Diocleciano. En el primero nos hemos centrado en la segunda planta con una vasta colección de frescos y mosaicos; me ha gustado mucho ver el nivel de detalle al que llegaban en los mosaicos.
La visita de las Termas me ha gustado especialmente; tiene un museo-exposición (¡con gato incluido!) de objetos del S.III, además de la propia visita a la Terma (aunque ésta es menos llamativa que la de Caracalla); y está junto a un claustro con estatuas, columnas y capiteles que le confieren un ambiente muy evocador. Y como guinda, ha coincidido que en las termas había una exposición de Tesoros de Arabia Saudí muy interesante.
Hoy comí…
El viernes volvimos a los clásicos, y tomamos lasaña y espaguetti carbonara; ambos estaban deliciosos y como nos habíamos saltado la comida, disfrutamos la cena doblemente. El sábado nos acercamos a un pequeño establecimiento milanés donde tomamos una sopa de legumbres y piadinas. Además de comidas y cenas, la comida más importante, ¡los desayunos! En el hotel eran variados y copiosos, con quiches y bizcochos caseros.
Por la tarde tocaba cerrar el viaje y volver a casa con nuestros gatos. En el próximo post daré algunas pinceladas generales y por supuesto, itinerario y pecunia. Pero os dejo este selfie en el aeropuerto a punto de embarcar.