Este año, el Tontako Team, muy bien acompañados por Luiyo, fuimos al Val d’Aran Walking Festival 2020. Se trata de una semana de rutas senderistas con guías expertos, y tiempo para visitas; si a esto le sumamos que me dio la excusa para ir a uno de mis rincones favoritos, os podéis imaginar que fue una semana maravillosa.

Inicialmente estaba programado para la última semana de Julio, pero se pospuso por COVID; tuvimos la buena suerte de que pudimos adaptar nuestras vacaciones para mantener la reserva y el viaje, así que la última semana de agosto fuimos Alex, Luiyo y yo a Vielha, donde estaba nuestro centro de operaciones para asistir a este festival de senderismo. El viaje además tuvo mucho de revival puesto que en 2013 también visitamos el Valle (¡dos veces ese año!) y había lugares que reconocía fácilmente y otros que me tocó redescubrir.

El Walking Festival

Este festival está organizado por una empresa privada de Vielha, y es el tercer año consecutivo que se celebra. Este año conocimos algunas personas reincidentes y no me extraña, porque este valle siempre merece la pena.

La organización nos había pasado las rutas para que nos pudiéramos apuntar a las que mejor nos cuadraran; cada día había 3 rutas con 3 niveles distintos: fácil, moderada, difícil. Las rutas difíciles estaban descartadas desde el inicio y elegimos entre las moderadas y las fáciles según viéramos la dificultad y la zona en la que fuera la ruta en cuestión. En realidad todas tenían muy buena pinta, y sería fantástico estar un mes haciendo todas las rutas, puesto que es un valle con muchísimos matices y muchas vistas y rincones en los que detenerse.

La rutina festivalera consistía en amanecer pronto, ir al punto de encuentro donde nos esperaban los guías y de ahí a hacer la ruta. A veces las rutas eran de mediodía y a veces requerían picnic para terminar después de comer. Por las tardes había planes libres, y algunas actividades de complemento, como taller de plantas u ¡observación astronómica!

De Madrid íbamos un nutrido grupo (15 personas) del Club Alpino Madrileño, y de hecho, el lunes nos habían organizado una ruta solo para nosotros, puesto que el primer día del festival era el martes. Así que nosotros tres llegamos el domingo por la tarde, fuimos a coger las credenciales del festival, dimos un paseo, cogimos cachés (qué duda cabe) y nos preparamos para la primera de 6 rutas.

Organización

Como veréis más adelante, las rutas y el día a día estuvieron llenos de increíbles momentos; sin embargo, también hubo algunas dificultades operativas y logísticas que nos obligaron a prestar ciertas atenciones. Por un lado, la organización se mostró en general muy cerrada a los cambios: para ellos era una cuestión muy problemática por el COVID. Si bien lo entiendo, también creo que es parte de su labor tener mejor capacidad de reacción a los posibles cambios. Además, aunque por un lado el COVID tenía mucho impacto en las rutas, actividades al aire libre, no fue objeto de reflexión al intermediar para compartir coche o al ponernos a comer en mesas de 8 en el hotel todos juntos. Esto nos pareció un despropósito y pedimos que nos pusieran una mesa para nosotros tres, lo que se tradujo en que nos castigaron en una sala aparte tras biombos. En este aspecto tanto la organización como el hotel se coronaron (#txistako) la verdad…

Por otro lado, hubo una cuestión que creo que penalizó innecesariamente las rutas: la organización había contratado refresco + pintxo en distintos bares de la zona al terminar las rutas. A horas fijas e inamovibles. Esto significó que una ruta que podríamos haber terminado a las 13:30, se alargaba innecesariamente hasta las 15 porque era la hora convenida. Nosotros tres fuimos varias veces los raritos que nos íbamos sin disfrutar del premio…

Comprendo que el COVID nos ha trastocado mucho, y creo de verdad que la empresa trabajó mucho para que saliera adelante este Festival. Sólo que en mi opinión no eligieron bien en qué poner el esfuerzo. De todas formas, nosotros tres éramos con muchísima diferencia los más preocupados por las medidas de seguridad, así que en parte esta visión está sesgada por esto.

Como nosotros tres tenemos soltura para gestionar una situación así, hicimos un par de cambios, nos adaptamos y aseguramos nuestros espacios para poder disfrutar. En definitiva, aunque nos tocó una carga de organización extra, sí que disfrutamos mucho del viaje y por supuesto de los paisajes que pudimos visitar.

Las rutas

Las rutas fueron el punto central de nuestro viaje; íbamos en grupos reducidos con uno o dos guías. Nosotros tres en particular nos manteníamos a una distancia prudencial del resto, a veces por COVID y a veces por ir más lentos :P

Estas son las rutas que hicimos:

Lago de Pudo (lunes). Es una ruta moderada, que hicimos solo el Club Alpino. Fue sin duda de las más bonitas, con unas vistas alucinantes de los montes de alrededor y de los lagos allá abajo. La ruta discurre por típicas praderas alpinas, que ofrecen una vista muy genuina de los montes Pirineos. La parada de comer junto a uno de los lagos fue la excusa que necesitaron varias personas para quitarse las botas de montaña y refrescarse las piernas en el lago. Fue una ruta muy demandante para mí y me quedé bastante atrás. Aunque el perfil no es de lo más difícil que he hecho, íbamos con un grupo bastante curtido en montaña y su paso me dejó sin resuello nada más empezar. Sospecho que ellos iban en plan super tranquilo y sin apurar, pero bueno, es aquí donde se ven los distintos niveles montañeros. Con todo, (casi) nadie se me quejó y al final fue una ruta maravillosa.

Bosque de Carlac (martes). Esta es una ruta sencilla, que discurre por un hayedo. Nos vino muy bien hacer la subida bajo el hayedo y la bajada ya más en abierto. Un hayedo es siempre un sitio mágico, donde la luz que se cuela y las sombras crean imágenes y escenas allá donde miremos. La ruta además pasó por la tumba a Teresa, que conocimos en nuestra primera visita en 2013 gracias a este caché.

Montgarri (miércoles). Esta es una ruta fácil, sale de la Plana de Beret y discurre esencialmente por una pista ancha, aunque nuestra guía nos metió en una ruta alternativa, que sumó 6km a los 10km previstos. El miércoles fue el día de más calor de la semana y en esta ruta, aunque era muy sencilla, me tocó sufrir bastante por el calor. La pista es muy cómoda, pero es de tierra y parecía una romería (sí, nosotros éramos parte de la romería), por donde además pasaban bicicletas levantando polvo. Cuando llegamos al pueblo abandonado de Montgarri vimos que es una de las visitas más concurridas de la zona: los coches pueden llegar hasta el mismo pueblo, hay un pequeño refugio con bar y se puede comer junto al río. El sitio en sí mismo es muy bonito, pero con tanto calor no es buena idea hacerla.

Nuestra guía nos comentó que es muy bonita de noche, y no me extraña, puesto que es fácil de seguir y a la fresca debe ser un paseo fantástico. Al llegar a Montgarri nuestro grupo se paraba a comer, pero nosotros no teníamos comida (porque la web no había actualizado el tipo de ruta), así que nos despedimos del grupo y enfilamos los 5km de vuelta a las 13 bajo un sol que caía a plomo. El resto del grupo no lo tuvo mucho mejor, puesto que hicieron lo mismo, después de comer y habrán salido en torno a las 14. En fin, que nos comimos las horas centrales de calor del día más caluroso de la semana. Me apunto para repetir esta misma ruta pero en otra época del año, con menos gente, o hacerla nocturna.

Camino del Agua (jueves). De nuevo una ruta sencilla, y aunque las temperaturas habían bajado considerablemente, se agradeció ir bajo la sombra y a ratos cerca del agua; fue una ruta fresquita en la que seguimos una canalización de agua de mitades del S.XX, y en la que también nos asomamos a unas preciosas vistas del valle.

Artiga de Lin (jueves). Por la tarde, decidimos hacer otra ruta, esta vez muy corta, por uno de los sitios más emblemáticos del Valle de Arán. En la zona de la Artiga de Lin hay dos aparcamientos, y queríamos llegar al segundo que está más arriba, pero al llegar vimos que el acceso estaba cortado por una valla. Nos informaron que la valla se abría de nuevo a las 17, y que ya dejarían pasar a los coches. Como faltaban unos 25 minutos para las 17 decidimos esperar y al ratito estábamos en el aparcamiento junto a Uelhs deth Joèu (los ojos del judío). Además de que la ruta es preciosa, fue la que más recuerdos nos trajo de la anterior visita (¡también con Luiyo!). Paisajes que al verlos nos sorprendieron como la primera vez, pero que además trajeron una cascada de recuerdos muy queridos. Es una ruta que siempre merece mucho la pena. Desde la parte baja del circo pudimos identificar alguna de las rutas difíciles que no hicimos e imaginar otras tantas de las que discurren por esta zona. Sabíamos además, que un poco más allá, estaba el Aneto, aunque justo desde aquí no lo llegamos a ver. En la zona hay un refugio con cafetería y terraza que me quedé con ganas de probar. Más razones para volver.

Autor: @Luiyo Autor: @Luiyo

Molieres y Conangles (viernes). Entre el jueves y el viernes había bajado la temperatura 13ºC y aún se esperaba que bajase un poco más, así que yo estaba disfrutando de lo lindo. El viernes decidimos hacer la ruta por nuestra cuenta sin grupo y fuimos a ver la Cascada de Molieres y nos asomamos al Valle de Conangles. Un paseo sencillo y precioso, el tiempo acompañó en forma de viento, fresco y algo (poca) agua. También nos acompañaron todas las moscas de la zona. Como no había mucho que pudiéramos hacer, les pusimos nombre y ahora regentan un refugio y nos pasan las ganancias. ¡Pero qué bonito el valle! Además, la cascada tenía mucha agua a pesar de estar en agosto, con lo que lucía estupendamente.

Autor: Luiyo Autor: Luiyo

Bajada de la Bonaigua (sábado). El sábado amenazaba con tanta lluvia que la organización nos puso a todos a hacer la misma ruta en modalidad fácil, es decir, subimos en autocar hasta el puerto de la Bonaigua y de allí bajando caminando hasta Salardú. Al ser bajada era una ruta fundamentalmente fácil, aunque había que tener cuidado con no resbalarse. Con un par de indicaciones sobre cómo pisar adecuadamente por parte de nuestro guía, pudimos disfrutar de geniales vistas del valle.

Además, al llegar a Salardú, nos esperaba la comida de despedida en un polideportivo. Aquí aplaudo a la organización que montó mesas pequeñas y lo dispuso todo para que fuera fácil comer manteniendo las colas y la distancia. Así nosotros tres tuvimos un rinconcito donde degustamos la olla aranesa, longanizas de la zona y ensaladas varias. Nos comimos hasta los cubiertos de plástico :D

Durante estos 6 días, tuvimos mucha suerte con los guías que nos tocaron; conocen a fondo la zona y cada uno venía con unos conocimientos que daban más profundidad a lo que estábamos viendo. Por ejemplo, una guía es geóloga y no dejaba piedra sin señalar; otro era forestal y nos puso a cortar árboles para abrir un camino, ¡qué bien se me dio la motosierra!

Fueron todas rutas muy disfrutables, cruzamos el río Garona varias veces y nos permitieron conocer más a fondo un paraje natural realmente precioso. Aquí tenéis el mapa con las rutas que hicimos esos días (y alguna que ya hicimos en 2013):

Las visitas

Además de las rutas, nos organizamos distintas visitas por la zona. Recorrimos el muy estrecho valle fluvial de Sant Joan de Toran, al norte junto a Francia. Es un valle con carreteras sinuosas y sensación de opresión constante, por lo cerrado del valle. Como estábamos tan cerca de la muga, cruzamos a Francia, con la excusa de coger algún caché en el país vecino. Paramos en algunos pueblos y en uno nos llevamos una preciosa sorpresa en forma de Le Château de Saint-Béat, un castillo en ruinas visitable, desde donde se veía perfectamente el pueblo junto al río. Las casas estaban muy desvencijadas, pero parecía un pueblo con mucho encanto.

Por supuesto, paseamos mucho por Vielha e hicimos alguna compra. Es el pueblo más grande y con más tiendas y restaurantes de la zona, así que estaba bastante concurrido en general. Pero hay algunos rincones tranquilos donde pudimos tomar productos locales. La oficina de turismo tiene el empeño (y ya lo tenía en 2013) de ser la peor que he conocido: además de la excepcionalmente escasa información que nos dieron, ¡parte estaba mal! Menos mal que con internet y un par de llamadas pudimos siempre organizar las visitas bien. En uno de los paseos junto al río encontramos una casa muy distinta del resto y un cristo camuflado con un poste de alta tensión.

En Vilamós visitamos la Casa-museo de Joanchiquet, que perteneció a una familia muy adinerada desde el S.XVI y que conserva la estructura típica de las casas del Valle. Es una visita breve, pero muy instructiva y tuvimos la suerte de poder visitarla solos. Además en Vilamós hay un mirador desde el que se ve el imponente Pico Aneto, el más alto de los Pirineos.

El paseo por Artíes nos llevó al Parador, donde pasamos un par de horas en las que la lluvia no daba ninguna tregua, y también nos acercamos a las termas naturales que tienen en las afueras. Pasamos por delante del antiguo recinto de los osos, y me estremecí recordando aquel animal encerrado y ya fuera de sí. Aunque tarde, por fortuna en 2016 fueron llevados a un santuario en Hungría, donde confío en que estén mejor.

También visitamos otros pueblos del Naut Aran (Alto Arán), como Unha donde tuvimos la suerte de coincidir con la visita guiada a la iglesia románica. El patrimonio románico del valle es enorme y muchas iglesias tienen partes restauradas y poco a poco van sacando las pinturas a la luz. En la iglesia de Unha, destaca la cúpula tras el altar, con un Pantocrator rodeado del Tetramorfos y unas pinturas renacentistas en una de las naves laterales.

Otro pueblo que nos pareció precioso fue Bagergue, todas las calles y ventanas están profusamente decoradas con plantas, pequeñas estatuillas, ganchillos y pinturas. Merece mucho la pena darse un paseo tranquilo admirando las calles y los detalles. En Bagerge hay una quesería tradicional que normalmente se visita, pero que con COVID sólo está abierta la tienda, así que aprovechamos para comprar algún queso. Para comer, nos acercamos a La Borda de Lana un restaurante muy remoto, al que se accede por una pista de tierra (o de barro si cae el diluvio). Según íbamos llegando, empezó a caer el diluvio universal. La pista llena de barro y socavones nos daba muy poca confianza, pero Luiyo nos llevó con éxito hasta el restaurante. Tuvimos “suerte” puesto que justo en ese momento estaban cancelando una mesa y nos la dieron. Una mesa bajo un toldo parasol, mientras nos caían doscientosmil hectolitros (o menos). El sitio merece totalmente la pena y la experiencia, aunque estuvo un poco pasada por agua, me gustó mucho.

La noche del miércoles se vinieron dos astroaficionados con un par de telescopios y nos ofrecieron una sesión de observación astronómica muy buena. Además de que eran super amenos y entretenidos, habían preparado una observación interesante. Pudimos ver Saturno y Júpiter, las constelaciones principales y la Luna asomado tras la montaña. No pudimos alargarnos mucho por la noche y fue una lástima, pero el ratico que estuvimos lo pasé genial. ¡Ah! y se habían traído licores para ir tomando y que no nos quedáramos fríos.

Además de las visitas, como Luiyo también comparte afición geocacher, nos quitamos las telarañas cacheras que tenemos en este año tan raro, y cogimos 20 cachés de todo tipo: un nocturno que nos llevó a un paseo muy chulo, un lab caché que consiste en visitar varios enclaves e ir contestando una pregunta en cada sitio, un multi nos llevó a allanar la habitación de la instalación eléctrica de una comunidad, lo típico

Y así tras una semana de rutas, visitas, gastronomía y cachés, emprendíamos la vuelta a Madrid. Ha sido una semana con retos aunque me quedo con todo lo bueno del viaje y con la paz que me da siempre La Val d’Aran. Y para vosotros, que sé que os da mucha paz, ¡el selfie del viaje!

Y si tenéis más tiempo y ganas, aquí podéis ver todas las fotos del viaje. ¡Hasta la próxima aventura!

Nota: El autor de la foto de cabecera es @Luiyo