Continúa nuestro viaje rumbo sur de Portugal. Antes de asomarnos al mar, aún teníamos un par de visitas en el interior: Coímbra y Òbidos. En una encontramos a los fados tuneros y en el otro una Edad Media sin peste bubónica (la mejor Edad Media).

Cuando llaman a Roma la ciudad de las siete colinas, va Coímbra y se ríe en la cara de los romanos. “No tenéis ni idea de qué es una colina, pringaos”, les dicen, y concluyen con “para colina, lo que tenéis entre las…”. En fin, son un poco soeces estos de Coímbra, pero es que están particularmente orgullosos de haber montado una ciudad complicada para vivir si eres bípedo y hacen gala de tal sentimiento siempre que pueden.

Así que llegamos a Coímbra y estábamos en la parte alta de la ciudad, pero para llegar a cualquier otro sitio, había que bajar y subir. Mucho. La ostia. Y Coímbra resbala. Mucho. La ostia. El primer día decidimos tomarlo con calma, coladas, compras en el super y otras cuestiones domésticas. Pero al día siguiente tocaba sí o sí bajar y subir y bajar y básicamente, el ciclo de la vida en Coímbra: naces, subes, te resbalas y te descoyuntas.

La primera visita fue a la Biblioteca Joanina, un pequeño edificio dentro del campus de la Universidad de Coímbra. Las bibliotecas son siempre sitios chulos, perolas bibliotecas históricas me dan muchas ganas de investigar y de pasarme horas recorriendo estanterías y ojeando libros. Hace 9 años, cuando estuve por primera vez, os conté la peculiar forma de mantener los libros sanos y salvos. El sistema ha evolucionado ligeramente desde entonces: siguen teniendo dos colonias de murciélagos adscritos a la Biblioteca Joanina (con pase anual), que se encargan de comerse los insectos que dañan los libros. Estos quirópteros depositan guano después de las panzadas a insectos; lo que ha cambiado es cómo procesan este residuo.

Foto de wikimedia Foto de wikimedia

Donde antes traían escarabajos peloteros, ahora invitan mensualmente a un grupo de scouts que recoge toda la caca murcielaguil, muy preciada como fertilizante. Los chavales lo comercializan entre los agricultores locales y se sacan unos dineritos. El tema es que les han pillado alguna vez (a los scouts) metiendo insectos para que los murciélagos produzcan más guano, así que ahora ya no meten serptientes pero tienen a un segurata con un táser para cuando vienen estos terroristillas.

Foto de biblioo.info Foto de biblioo.info

Continuamos visitando la Capela de San Miguel donde destaca un enorme órgano (musical, que quede claro), que se diseñó para una iglesia más grande pero que acabó en esta capilla. En Coímbra se usa la expresión “eres más molesto que el órgano de San Miguel” en alusión precisamente a esta capilla.

Visitamos también la Casa Real, todo dentro del campus de la Universidad, que es donde actualmente se realizan los actos académicos importantes. El salón del trono se reconvirtió en sala de actos; la colección de reyes se cambió por la ristra de rectores de la Universidad porque eran una panda de señores y sacar pechito es lo que sabían hacer.

Aún pudimos pasear un poco más por el campus. Tiene por todas partes edificios imponentes, con enormes estatuas y bajorrelieves chulísimos, aunque no tiene apenas árboles y es algo que le pido a un campus universitario: césped y árboles para pasar los mejores años de mi vida ;)

Desde el campus, fuimos al centro pasando por el Jardín Botánico, un paseo muy refrescante a la sombra de las distintas especies que lo habitan. Hay también una estufa fria pero por cuestiones COVID está solo con reserva, así que la tuvimos que ver desde fuera.

Y así llegamos de nuevo al corazón de Coímbra, donde Alex me tenía una sorpresa: un concierto de fados de Coímbra. Iba todo bien hasta que me enteré que los fados en Coímbra están asociados a los estudiantes y básicamente son tunos. Ya sabéis cómo me pongo cuando hay un tuno cerca. El caso es que el fado de Coímbra es eso y mucho más, y el concierto estuvo fenomenal. Había un chico cantando, otro tocando la guitarra española que llaman viola, y otro tocando la guitarra de fados. Éste me pareció que era el centro del concierto; un instrumento muy peculiar, con doce cuerdas metálicas y que se puntea con dos púas en los dedos. Además, nos dieron vino de Porto para acompañar y puede que yo terminara cantando fados con el pipiribípipí.

En Coímbra aprovechamos para tomar uno de los platos típicos de la ciudad: el lechón asado. Yo iba sobre aviso de que en Coímbra el lechón no se toma igual que en España, y aun así me sorprendió mucho: muy tierno, delicioso de sabor, con algo de especias… pero te lo sirven enfriado. No lo mantienen caliente ni nada, y lo toman de un día para otro. Ojalá verles debatir con los segovianos por la forma correcta de hacer el lechón.

Dejamos Coímbra atrás y pasamos un día en Óbidos, la ciudad medieval portuguesa por excelencia: acueducto, murallas, castillo, calles muy recoletas con pendones y un festival medieval tremendo. Se nota que es un pueblo muy turístico: en la parte exterior de la muralla, grandes aparcamientos y dentro, tiendas de souvenirs y restaurantes por todas partes.

El pueblo está muy bien cuidado, todas las fachadas relucientes y los escaparates muy bien puestos. La muralla está bien conservada y se puede recorrer por la parte alta, pero no vi que hubiera muchos asideros y preferí verla desde abajo. En la parte del castillo hay una zona preparada para ferias medievales, con sus dianas de tiro con arco, dragones y gárgolas, tabernas y tiendas de ropa medieval. Además, es zona medieval libre de peste bubónica, con lo que una puede pasearse sin miedo.

Y así llegamos al ecuador de nuestro viaje. A partir de ahora, iremos hacia el mar y hacia el sur. Pero hasta que llegue ese momento, no quiero dejaros sin el selfie tontako:

Y aquí podéis ver el resto de fotos de estos días:

¡Hasta pronto!