El viaje por Checoslovaquia 2023 nos llevó a visitar algunos pueblitos checos famosos.
Karlovy Vary
En los viajes hay días en los que todo sale fetén, de lujo, inmejorable. Y hay días que… no. Nuestra visita a Karlovy Vary fue del segundo tipo. Todo empezó por la mañana, cuando cogí el coche y de pronto estaba en un mega-atasco. El atasco duró hasta nuestro destino porque además del tráfico “de curro”, se juntó con obras en la carretera. Hemos percibido que las carreteras en República Checa son muy sensibles a cualquier pequeño imprevisto, y resulta que realmente no han previsto muchas cosas. Cualquier accidente, aunque no sea aparatoso, genera atascos de varias horas y decenas de kilómetros. A esto se le suma una gran densidad de camiones y que el 99% de las carreteras (según cálculos tontakos) están en obras. A esto no hay mucho que hacer, salvo paciencia. Llegamos por fin a nuestro destino donde descubrí que me había hecho daño en un tobillo, seguramente por la posición del mismo durante el atasco. Así que me tomé un paracetamol que me hizo picadillo el estómago y ya sí, estábamos listos para empezar la visita.
Y así nos acercamos a Karlovy Vary. Resulta que hacia 1350, Carlos IV, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, pasaba por ahí con un dolor de rodillas que ni con reflex. Decidió meter la pierna en una fuente a 72ºC y pim, pam, pum, se le curó el dolor. Yo metí el tobillo para probar y solo conseguí quemaduras de segundo grado. Como la historia la escriben los ganadores, Carlos IV, a quien apodaron “el termal”, decidió levantar una ciudad en este enclave junto al río Teplá. En el S.XIX, con el desarrollo del “ocio de spa”, esta ciudad adquirió mucha notoriedad y de aquellos géiseres, estas fuentes. Aquí vino también Marx a curarse de su adicción al alcohol. Con aguas termales.
La visita consiste en pasear junto al río Tepla, viendo las fachadas palaciegas, que son una sucesión de estilo secesión (os regalo la aliteración) que ya conocemos, y unas cuantas fuentes que sacan agua termal. Lo típico en Karlovy Vary es comprarse una tacita e ir probando de todas las fuentes ya que el agua es potable. Lo típico es un rollo que no veas. Lo de tomar mucha agua con muchas sustancias en suspensión no es mi idea de un planazo, así que solo fui tocando el agua y mi mano derecha ahora es inmortal.
El otro incentivo del pueblo es ver el Hotel Pupp, donde se grabó Casino Royale, la parte del hotel que está ambientado en Montecarlo pero sin precios de Mónaco.
Total, que dimos un paseíto así tonto, nos escondimos del sol como pudimos y de vuelta. Creo que pinchamos en esta visita, y no solo porque yo empecé el día con mal pie (patapumpish). Es una ciudad super recomendada pero tengo la teoría de que nadie quiere aceptar que fallaron en sus vacaciones, porque el plan es más bien rollo total. Pero vaya, que no os lo podéis perder ;-)
Cesky Krumlov
Como sabéis, yo creo en el karma tanto como en las matemáticas, así que al día siguiente pusimos en marcha un plan para tener al karma de nuestro lado. Primero, hicimos lo que mejor se le da al Equipo Tontako: madrugar. A las 5:45 sonaba el despertador para intentar salir de Praga antes del atasco. Además, conducía Alex porque le tengo mucho menos aprecio a sus tobillos que a los míos. Y con el ánimo alto (es decir, yo dormía), llegamos a Cesky Krumlov a eso de las 9:30 donde pudimos encontrar hueco en el parking junto al castillo. ¡Victoria Tontaka!
El Castillo de Cesky Krumlov se visita como el de Praga; a los exteriores y jardines se accede sin pagar, pero hay ciertas dependencias a las que solo se va con entrada. El día anterior había visto una visita al teatro barroco, que me apetecía, pero todas las entradas estaban vendidas. Aun así, nos acercamos al mostrador de tickets y, ¡quedaban huecos! El karma de nuevo.
La visita al Teatro barroco se realiza dentro del mismo teatro, que es un edificio en el complejo del castillo. Es uno de los pocos teatros barrocos que se conservan actualmente; este fue construido el el S. XVII. El de Cesky Krumlov está siendo objeto de una reconstrucción profunda, donde van poco a poco recuperando partes y montándolas de nuevo, incluyendo trajes y obras de teatro. Y allí, sentadas en la bancada original del S.XVIII comenzó nuestra guía la explicación.
Es un teatro muy singular por toda la ingeniería que tiene en tramoyas y bastidores. Los decorados pueden cambiar por completo la escena en apenas 12 segundos, gracias a las más de 20 personas que operaban la maquinaria. A pesar de que sólo estuvo en uso durante 20 años, algunos autores célebres, como Salieri, escribieron obras específicas para este teatro. Actualmente se celebran un par de eventos al año; el más llamativo es “La noche barroca”, que consiste en una fiesta de máscaras, una ópera en el teatro y una cena en los jardines, con fuegos artificiales.
Y entonces la guía nos invitó a que la siguiéramos hasta el cuarto que está bajo el escenario, donde están las cuerdas y las poleas, las “tripas” del entramado que daba vida a la ilusión del teatro. No sé bien cómo explicar lo muchísimo que flipé estando ahí abajo, viendo las trampillas y escotillones, imaginando cómo sería estar ahí abajo durante una presentación.
Este tour guiado nos encantó, la guía fue muy pertinente y profesional, y aunque era tímida, contestó a nuestras preguntas y se notaba que sabía mucho. Así que sin mediar mucho debate, fuimos a por entradas para el segundo tour, el de las dependencias renacentistas y barrocas. Esta vez una chica joven y muy entusiasta se encargó del tour. A diferencia de su compañera, ésta proyectaba la voz, lo cual es de agradecer, pero decía unas mil quinientas (sin exagerar) ideas por minuto, así que requería muchísima atención.
Nos explicó la historia de la propiedad del castillo. La familia Krumlov construyó el castillo medieval en 1240. Cuando la dinastía murió, pasó a manos de sus parientes más cercanos, los Rosenberg, en el S.XIV, época en la que hicieron varias reformas siguiendo el estilo renacentista. Después pasó a manos de los Habsburgos durante un tiempo, porque hablamos de una región donde no sucede nada sin un Habsburgo cerca. Entonces la línea Habsburgo, siguiendo su tradición familiar, se cortó y el castillo pasó a la familia Eggenberg. Juan Cristian I de Eggenberg y V de mi corazón realizó las renovaciones barrocas. A ver, él no realizó ni el huevo porque era un Eggenberg, pero pagó para que otros currasen. En esta época se hizo el teatro barroco. Los Eggenberg hicieron un Habsburgo casándose con primos y para sorpresa de nadie, se quedaron sin descendencia. Entonces el castillo pasó a manos de los Schwarzenbergs en el S. XVIII. Éstos, en lugar de esperar a quedarse sin descendencia, se quedaron sin un duro y vendieron la propiedad al estado checo a mediados del S.XX; y desde entonces es un monumento nacional en la lista de Patrimonio de la Unesco.
Por algún motivo, cuando venía una nueva moda, en lugar de renovar las habitaciones, montaban un ala nueva y dejaban atrás la anterior. Por eso pudimos recorrer salas de té, de baile, dormitorios y salas de juntas de muchas épocas distintas. Así se nos pasó la hora de la visita volando y de nuevo salimos contentísimos con el tour. ¡Tres hurras por el karma!
Para terminar la visita del castillo, nos dimos un paseo por los jardines. Tienen una zona más versallesca, pero con algún árbol que da sombra, y una zona directamente boscosa, llena de castaños de indias bajo los cuales pudimos estar un rato al fresco. En medio de este bosquecito está el “teatro giratorio”; con este nombre, una esperaría un teatro que gira, sin embargo lo que gira es la zona de butacas que se posiciona hacia distintas zonas del bosque donde montan distintas escenas de las obras. Justo esa noche había actuación pero no nos pudimos quedar aunque me quedé con las ganas y creo que habría sido una actividad genial.
Pero claro, no todo iba a ser perfecto, ni mucho menos. Resulta que alguna de las familias que administró el castillo difundió el rumor de estar emparentada con la famosa y rica familia Orsa de Italia. Y como “Orsa” significa “oso”, pues es tradición tener osos en los fosos del castillo; se pueden ver desde varios puntos. La guía se aseguró de hacernos saber que son osos rescatados del tráfico de animales y que ya no se puden renaturalizar; aun siendo esto cierto, el espacio del que diponen estos increíbles animales es demasiado pequeño y me dio muchísima pena verles ahí.
Dejamos atrás el castillo y bajamos a Latrán, el barrio de las calles de antiguos comerciantes, en el mismo meandro que el castillo. Callejuelas con tiendas de artesanía en las que nos perdimos un rato, hasta que encontramos la Puerta de Budejovica, que da al norte y es la única que queda en pie. Cruzamos puentes hasta otro meandro de Cesky Krumlov, donde está la ciudad vieja, con su gran plaza y sus magníficos soportales.
Toda la ciudad está mantenida muy pulcramente; los edificios, públicos y privados están restaurados y repintados manteniendo un estilo homogéneo y que da coherencia a todo el pueblo. Hay muchos rincones desde los que asomarse al río, que ese día estaba lleno de kayaks y rafts dado que hacía mucho calor. Y así, entre puentes y soportales se nos hizo la hora de volver a casa. Fue un planazo absoluto y tuvimos mucha suerte con la organización que salió a pedir de boca. Cansados, pero contentos, nos volvimos a Praga. Aunque está sensiblemente más lejos que Karlovy Vary, si solo tienes un día para excursiones, desde luego que recomiendo fuerte hacer esta en lugar del spa-rollo. Eso sí, aseguraos de ir con buenas reservas de karma que nunca se sabe.
Kutna Horá
En Kutna Horá solo pudimos hacer una breve parada para ver la catedral y el osario, que están un poco a las afueras de la ciudad. Es un sitio muy visitado y encontramos bastantes grupos de americanos aquí en particular. Lo primero que me llamó la atención al bajar del coche era que olía a estiércol raro… como a vaca que está teniendo una mala época con su tracto. Pues resulta que no era vaca pedorra sino… ¡una tabacalera! Toda la zona olía (fatal) a tabaco revenío. Esto es algo sobre lo que no había leído nada mientras investigaba para el viaje. Que si el osario, que si el cementerio, que si experiencia religiosa ¡¿y el olor a pedos, qué?!
El osario está curioso, pero creo que impacta más si es el primer osario que has visto. En el S.XIII, gracias a las minas de plata, la ciudad vivió una fuerte expansión. Esto implicaba también que mucha gente se moría ahí. Luego estaban las guerras y la peste negra que mataba aún a más gente. Además, había tierra del Gólgota que había traído un abad y mucha gente quería ser enterrada ahí. Total, que en cierto momento aquello se había ido de las manos y los Schwarzenberg le pidieron a Frantisek Rint que pudiera un poco de orden. Pero no le dijeron cómo y él se puso creativo. Me imagino que al principio habría reticencias, pero cuando tuvo éxito, los nobles se atribuyeron todo el éxito.
La catedral a estas alturas no tenía mucho interés para mí, ya que estábamos al final del viaje y esta era una más; sin embargo logró sorprenderme. Es cierto que la parte de la iglesia, el coro, el altar son poco memorables en realidad. Pero de pronto una escalinata nos llevó a una exposición (no muy reseñable) justo debajo del alero del templo. Así que de pronto estábamos caminando por unos andamios por dentro del tejado de la catedral; veíamos directamente las tejas (aislamiento para qué) y las vigas que sujetan el techo.
No teníamos tiempo para mucho más, así que salimos de la catedral con la nariz tapada y huimos lo más rápido que pudimos del olor a tabaco.
Brno
En Brno pasamos la última noche del viaje y solo nos dio tiempo a unos paseos por el centro. Nos acercamos a la Catedral donde justo pillamos una boda, no sé si checa o americana porque la fotógrafa hablaba en inglés con los invitados. En alguna visita nos han dicho que Centro Europa es un destino muy típico de bodas de los USA. Pues le gritamos “¡que vivan los novios!” y nos metimos un ratito al fresco de la iglesia. Seguimos de plaza en plaza y de sombra en sombra. En Brno me llamó la atención y me gustó que volví a ver el modelo de “ciudad donde se puede estar”. En la plaza central había muchas (muchas) hamacas para que la gente estuviera ahí tranquilamente. Había quien compraba una cerveza, un café o un helado, y quien estaba con un libro y su botella de agua. Aunque a estas alturas del viaje ya estaba un poco saturada de ciudades, esto en particular me aligeró el espíritu.
Y para aligerar vuestros espíritus pecadores, queridas lectoras, ¡el selfie tontako os bendice!
Y el resto de las fotos: