Y tocó ir a por otra capital importante de este gran país que es Checoslovaquia 2023: Praga.
La visita cuñada
Empezamos la vista a Praga como solemos empezar las ciudades: con un paseo guiado en el que esperamos ubicar la ciudad en su contexto, también las zonas principales que visitar y algunas explicaciones turísticas como bonus.
En el caso de Praga, me quedé con una sensación ambigua: por un lado, nuestra guía nos ayudó a ubicar los barrios de la ciudad y un poco entender cómo se visita. Estuvimos frente al reloj astronómico, por los soportales de la plaza Mayor hasta el barrio judío. En esto, check.
Por otro lado, pues fue soltando perlas algunas sosainas y otras directamente cuñadas, sin que yo llegase a entender a dónde quería llegar (read the room, querida):
- Si creéis que no os gusta la cerveza, es porque no habéis probado la cerveza checa.
- Esta sí es cerveza de verdad, y no como la belga, que encima llevan lúpulo checo y en el fondo son cervezas checas
- Hasta el S.XVI nunca nadie nunca había sospechado que la Tierra era redonda.
- El reloj astronómico es como el iPhone y os lo voy a demostar (pasa a una demostración sin ningún sentido)
- El puente Carlos es el puente más famoso del mundo
En fin, estas cosas pasan, las visitas guiadas siempre tienen un riesgo. Así que nos despedimos y nos organizamos el resto de nuestro tiempo en Praga a partir de las cosas útiles que habíamos sacado de la visita.
Las visitas tontakas
Así como en Viena sacamos un día para visitar museos, en Praga sobre todo hemos paseado la ciudad. Me sorprendió que en realidad la parte de “primera visita” es pequeña y está toda bien comunicada a tiro de paseo o de transporte público. Seguro que tiene muchísimo más y conocer la ciudad requiere más visitas, pero el “top 10” de imprescindibles están cerquita.
Visitamos el Barrio judío, Josefov por nuestra cuenta, aunque vimos que hay muchas visitas guiadas que seguramente den mucha más información. El problema es que, como es natural, seguro que se centran mucho en el Holocausto y yo no me encontraba con el ánimo para 2 horas con ese tema, así que evité una visita super inmersiva. Nos compramos el “pase de sinagogas” que incluye 6 sinagogas y el cementerio judío.
En Praga actualmente solo 1 sinagoga está en uso religioso; las demás son museos o exposiciones relacionadas con el culto judío. De este paseo por el barrio me quedo con varias cosas. Lo primero, al entrar en la sinagoga Pinkasova están escritos en la pared los nombres de los 78.000 fallecidos en el gueto/campo de concentración de Terezín. Además, una locución va diciendo todos los nombres que hay ahí. ¿Cuánto tardará en decirlos todos? Me pareció muy impactante.
Junto a la sinagoga, pudimos pasear por el Cementerio judío. Me sorprendió mucho lo grande que es, y desde luego, el ambiente con las lápidas como derrumbándose unas sobre otras es magnético.
Nos animamos a probar los “rollitos de canela” que preparan en el barrio judío (estaba buenísimo, por cierto) y nos dimos cuenta de que mucha gente ahí habla español. ¿Será por influencia de los sefardíes? Lo cierto es que no lo supe y no me atreví a preguntarle a nadie. En la próxima visita lo resolveré.
Y finalmente destaco la Sinagoga española. Lo cierto es que he visto pocas sinagogas en mi vida, pero en general eran más bien parcas en decoración, comparadas con el gótico flamígero al que podemos estar más acostumbradas. La sinagoga española se llama así porque durante la reconstrucción de la misma, decidieron inspirarse en la Alhambra española (como homenaje a los sefardíes). Total, que por dentro está llena de decoración mozárabe, “muy apretada” y sin el característico gusto por el espacio. El resultado es sorprendente y bellísimo.
Fueron más de dos horas de paseo (tranquilo) y recomiendo mucho estas visitas.
Después estuvimos dando un paseo browniano por el Barrio Nuevo, que casualmente nos llevó hasta las Casas Danzantes, una obra moderneta y controvertida en su momento y que hoy goza de mucho cariño entre los locales; y así fuimos paesando hasta que se nos hizo la hora de Concierto en el Rudolfinum". Que no os engañe el nombre, no es un sitio de coña, sino el auditorio principal de Praga. Pudimos disfrutar de un concierto de cámara muy variado, donde tocaron Las cuatro estaciones, El bolero de Ravel y salió una cantante a interpretar Las bodas de Fígaro.
El segundo día empezamos por la visita al Castillo de Praga. No es un castillo en sí mismo, sino una pequeña ciudad fortificada (y sí, tiene un castilo, claro). Este, como tantos otros, está arriba. El caso es que nosotros empezábamos el día abajo y para llegar a un acuerdo con nuestra visita, nos tocó subir. La pequeña ciudad se visita gratis, puedes pasear por sus calles y plazas o tomarte algo en las terrazas que hay. Si además quieres visitar los interiores, entonces sí que debes adquirir entrada. Cogimos la que nos permitía visitar las principales dependencias y fuimos paseando por sus calles y edificios. Sobre todo buscábamos la sombra, que durante un rato pegó fuerte el solete.
Visitamos la Catedral gótica de San Vito, cuyas dimensiones desmesudaras asombran a propios y extraños. El Palanquín de San Juan Nepomuceno es una de las obras más importantes que tienen, aunque lo que a mí me atrapó fue la sala de San Wenceslao. Y es muy curiosa la vidriera diseñada por Mucha.
También visitamos la Basílica de San Jorge ya que tiene la única muestra de románico que hemos llegado a ver en este viaje. Y otra cosa no, pero en esta casa somos muy románicos.
Desde el castillo se baja al barrio de Mala Strana, el barrio pequeño y modernete. Ahí está el muro de John Lenon, un homenaje espontáneo al cantante tras su asesinato. Fue además un rincón donde poner consignas de libertad. Las autoridades intentaron borrar y socavar el muro, pero finalmente se rindieron y lo dejaron estar; a día de hoy es una de las visitas típicas. ¡Qué vueltas da la vida! También paseamos por el parque de la Isla Kampa, un rincón verde precioso a orillas del Moldava. Ciudad con río bien, ciudad bien.
Volvimos a la plaza principal a ver de nuevo el reloj astronómico. Lo cierto es que no es un iPhone ni lo necesita: es una obra de arte e ingeniería increíble impresionante.
Seguimos paseando la ciudad y recorrimos de arriba a abajo y de abajo a arriba el Puente de Carlos, con sus estatuas y sus vistazas del río. Después fuimos a ver La cabeza de Kafka, con su original mecanismo. Cada hora, los primeros 15 minutos la cabeza, que en realidad es un conjunto de placas, se mueve de distintas formas haciendo unos efectos originales.
Nos asomamos a la Torre de la Pólvora, que es la única entrada a la ciudad que queda en pie de la antigua fortificación. Al lado está el Obecní Dům, un antiguo palacio Art Nouveau que actualmente es centro de eventos. Intentamos entrar, preo había un evento al que no nos habían invitado. Nos intentamos colar, así con cara muy digna, y cuando nos dijeron que nanai yo me di la vuelta gritando “¡pero tú sabes quién soy yo!” y con muchos aspavientos. Los aspavientos lo son todo.
Y ya de vuelta a casa pasando por la Plaza Wenceslao, que estaba llena de gente y con mucha vidilla, aunque no nos pudimos quedar. Y esta ha sido nuestra primera visita a praga, ¡espero que no sea la última!
En general Praga me gustó para visitarla, porque es pequeña y asequible a pie. Además, tiene una aproximación de zonas muy útil para esta primera toma de contacto. Sin embargo, noté que había menos fuentes y zonas para sentarse, aunque por otro lado, había muchísimo más inglés, ¡incluso español! Tal vez sea fácil relacionar el desarrollo turístico con la despersonalización del turista (y de paso del local), pero no querría caer en algo tan simple, en particular en un viaje donde Viena me sorprendió tantísimo en este sentido.
Y para sorpresas, seguro que no os veis venir, ¡el selfie tontako!
Y el resto de las fotos: