Una vez más, aprovechando mi estancia en Londres y que este finde venía a verme Alex, decidimos escaparnos del mundanal ruido. Elegimos Dover, por recomendación de un conocido. Los famosos acantilados blancos y el castillo nos parecieron un estupendo reclamo para ir.
El sábado madrugamos y cogimos un tren de alta velocidad británico, así que en 1 hora estábamos en Dover Priory. Como no podíamos hacer checkin hasta las 15, decidimos aprovechar la mañana para organizar un viaje en barco a ver los acantilados.