En Escocia hay un acompañante que siempre aparece y que puede modificar mucho el propio viaje. Casi al final de nuestro viaje, nos tocó unos días de lluvias torrenciales y se hizo literal el dicho de “nadar o ahogarse”.
Nada hacía presagiar la que se venía encima. Salíamos del castillo de los inmortales y entramos a la gran Isla de Skye por el gran puente; es una carretera muy buena hasta Portree. Llegar a comentar el estado de las carreteras con tanto detalles es un de las cosas que te ves evaluando cuando viajas en un coche mucho más grande que el tuyo y vas por carreteras “al revés”.
La primera noche en Skye la hicimos directamente en el parking de la ruta hacia el Old Man of Storr. De nuevo, una noche tranquila gracias a lo recóndito del sitio.
Por la mañana había ya autobuses de turistas de todo origen y condición en la zona, pues es uno de los paseos más famosos de la isla. La ruta consiste en subir a la escocesa, ver un pedrolo enorme y bajar haciendo la croqueta. Yendo en carretera nos dimos cuenta de que en Escocia no son dados a hacer curvas en las carreteras aunque deban salvar un gran desnivel. Les va hacer las cuestas en línea recta. Como conductora, sufres un poco porque no hay descanso; como senderista, sufres la ostia porque además si alguno se cae de arriba, baja rodando.
Pues bien, así es la subida hacia The Old Man of Storr, una roca exenta en un valle desde donde hay unas vistas preciosas del entorno. Hay varios caminos para subir y parten todos del mismo parking.
Al llegar al punto principal, teníamos la opción de seguir otros caminos, pero el viento empezaba a ser realmente molesto y decidimos coger un caché y emprender la vuelta, rezando a los dioses antiguos y a los nuevos para no hacer la croqueta en el camino de vuelta.
Después nos asomamos brevemente a la cascada Kilt Rock, que se llama así porque dicen que parece un kilt. Una piensa que esta gente tendría más idea de cómo es un kilt, pero si los escoceses dicen que esa cascada tiene pinta de kilt yo me callo y le hago la fotico. Es una zona desde donde se pueden ver cetáceos pero no tuvimos suerte en el ratito que estuvimos escudriñando el mar.
Llegamos a Portree para comer regulinchi (cómo no), y como hacía solete, nos dimos un paseo por el pueblo, compramos algunos regalitos y cogimos unos cuantos cachés.
Proseguimos nuestra ruta hacia el oeste, hasta el punto más occidental de la isla, el Neist Point, un faro detrás de un promontorio que se adentra en el mar de las Hébridas. Llegamos a la hora del atardecer, la hora quema-retinas, pero como estaba todo nublado, pudimos disfrutar de la hora bruja sin perder visión. Hay un paseo desde el parking hasta el mismo faro, pero el tiempo nos desalentó acercarnos demasiado, sobre todo a esas horas.
Mi idea inicial era hacer noche ahí, pero el viento era tempestuoso, y decidimos adentrarnos un poco más, al abrigo de alguna colina. Y entonces empezó a llover. Lo que no sabíamos es que la lluvia duraría varios días, con apenas breves descansos para asomar la cabeza y estirar las piernas. Era lunes y llovía a mares. La semana no empezó muy bien. Teníamos varias visitas más previstas en Skye, pero la previsión del tiempo no dejaba lugar a dudas: tormentones a montones. Así que replanificamos con la esperanza de encontrar alguna zona un poco más despejada.
No la había; toda Escocia estaba cubierta por nubarrones y tormentas. Esto trastocó completamente nuestros últimos días. Agradecimos que 3/4 partes del viaje habían sido posibles, y que habíamos podido disfrutar de todo el viaje hasta ese momento; pero es que en Escocia el tiempo tiene su propia agenda. Para disfrutar de los jardines del sur y de las tundras del norte, debe llover y mucho. Había investigado cuál es el mes menos lluvioso del año, y según todas las tablas es mayo; sin embargo, no hay previsión para la lluvia en Escocia. Esto se vio de alguna forma agravado cuando tuvimos un pequeño accidente con la camper…
Íbamos bajo la lluvia torrencial, cuando nos comimos un bache escondido debajo de un charco. Yo temí por la rueda, pero la sorpresa fue cuando de pronto el motor se paró, las luces de emergencia saltaron y la dirección se bloqueó. Alex consiguió maniobrar para no dejar la camper cruzada “en medio de la carretera” sino “dentro del porche de una casa vacía” y nos pusimos con el diagnóstico. Resulta que ante el impacto del bache, se corta el suministro de gasolina y se disparan unas cuantas consecuencias derivadas, como que el motor deja de funcionar. Tiene todo el sentido, pero en el momento fue un susto. Afortunadamente nosotros estábamos bien, la caravana estaba bien, y la ovejita a la que casi arrollamos también estaba bien.
Como veis, fue un super lunes. Decidimos buscar un sitio para comer tranquilamente y reponernos del evento y reconciliarnos un poco con Escocia, y… no encontramos nada abierto, porque claro, eran las 14:30 :) Así que con la cabeza un poco gacha por ese día aciago, continuamos hasta el camping donde nos hicimos una sopita y a descansar. En fin, fue un lunes bastante kakoso, nada grave, es algo que puede pasar en unas vacaciones y hay que tomárselo con calma y esperar a que el martes lloviera menos.
No llovió menos. Es decir, objetivamente sí llovió menos, pero yo solo necesité 5 minutos de tormenta para calarme hasta los huesos. Aun así, no queríamos que el martes se quedara en blanco como el lunes, y aprovechamos los breves parones para hacer un par de paseos. Estábamos en el Valle de Glencoe y fuimos a hacer una ruta por el Hidden Valley; sale desde el mirador de las Three Sisters y se interna por los caminos… El camino está bien señalizado y es fácil seguirlo; sin embargo, apenas llevábamos un kilómetro cuando el camino empezó a ser más expuesto y a ir por piedras bastante resbaladizas, así que tuve que levantar la bandera para que nos volviéramos antes de empezar a sufrir. Esto también es algo con lo que vivir cuando tienes vértigo, pero ya sospechábamos que podía pasar y teníamos un par de alternativas para completar.
Uno de los paseos fue por un bosque precioso, hasta la Signal Rock, donde descubrimos la terrible matanza al clan MacDonald. En esta solo había barro, pero no nos llovió casi nada, y pudimos disfrutar de unas vistas preciosas al valle de Glencoe.
Ese día habíamos encontrado un hotel con horario de seguido en el restaurante así que además de comer, echamos parte de la tarde en la zona de sofás.
El último día en Escocia amaneció lloviendo, pero Alex tenía un as en la manga. Invocó a los dioses antiguos y a los nuevos, y nos dieron unas cuantas horas sin lluvia ¡¡incluso con solete!! que por supuesto exprimimos. Fuimos al Loch Lommond donde está “el pueblo más bonito de Escocia”, Luss. Sí que es bonito, pero Covarrubias es más bonita, eso es así. Comimos en un sitio local, dimos un paseo por el pueblo, bicheé algunas tiendas de souvenirs y cogimos cachés.
Sin dejar este clásico loch, y como parecía que Alex había dado buena propina a los dioses, aún tuvimos tiempo para pasear por los fantásticos jardines del Balloch Castle. Y sí, también había cachés, ;-). Llegamos cuando el castillo había cerrado, pero lo más interesante son los exteriores y no dejamos arbusto sin visitar o árbol sin abrazar. Además, estas horas de buen tiempo y calorcito nos reconciliaron con días anteriores y pudimos dejar Escocia con un inmejorable sabor de boca. La lluvia nos había fastidiado, pero no dejamos que estropeara el viaje por Escocia.
Lo siguiente ya fue preparar la caravana, devolverla en perfecto estado y emprender, lento pero seguro, el camino a casa. Y para vosotras, mis queridas dos lectores, lo siguiente ya sabéis qué es. ¡El selfie tontako!
Y el resto (veréis que no son muchas) de fotos de estos días inciertos: