Nuestro viaje por Escocia incluía pasar varios días por las Highlands en la Tontakoneta, una campervan que alquilamos para recorrer a nuestro aire las tierras altas, siguiendo la ya famosa ruta de la costa norte: la NC500.
Primer día
El primer día recogimos la caravana en Perth. Allí mismo hicimos una inspección siguiendo una checklist que nos habíamos preparado y cuando lo revisamos todo y preguntamos las dudas, salimos hacia lo desconocido. Lo desconocido era un Tesco a, literalmente, 200 metros, donde hicimos la compra. Que lo desconocido no quita el hambre.
Entonces ya nos vimos con fuerzas para adentrarnos en la SnowRoads, una carretera panorámica que nos llevó por sitios preciosos hasta el Parque Nacional de las Cairngorms. Este paseo sirvió para situarnos en los paisajes que nos iremos encontrando poco a poco en el resto de las Highlands. También sirvió para hacer los primeros kilómetros (menos si son millas) conduciendo por la izquierda.
En las Cairngorms, dormimos en un parking en alto, desde donde teníamos unas vistas increíbles. Y en este entorno, pusimos a prueba ya todas las funcionalidades de la furgo: luz, calefacción y agua caliente.
Segundo día
Bajamos hasta Glenmore, que es el pueblo más cercano e hicimos una ruta sencilla y bonita hasta el An Lochan Uaine, un pequeño loch escondido en el bosque.
Visitamos Inverness brevemente, aunque había muchos comercios e incluso el castillo cerrado, así que fue una visita fugaz para tomar un café, coger algún caché (cómo no) y pasear por el pequeño casco antiguo de la ciudad y junto al río.
Al dejar Inverness, nos metimos de lleno en la ruta NC-500, una línea de carreteras que recorre la costa norte de las Highlands, y que combina ciudades coquetas, carretaras panorámicas, cillones de miradores, carteles en gaélico <3, castillos, playas, accesos a rutas… Hay muchas guías sobre la NC-500, que están impulsando desde Escocia como producto turístico, para todos los públicos. Nosotros hemos ido sobre todo a por rutas, paisajes y castillos.
En general se recomienda hacer la ruta en sentido horario desde Inverness, pero nosotros (un poco por casualidad) empezamos subiendo al norte desde Inverness y ya nos quedamos con el sentido antihorario.
Fuimos hasta Tain, un pueblo a orilas del Dornoch Firth, donde estaba el camping en el que pasaríamos nuestra primera noche de camino hacia el norte.
Tercer día
Tras dedicar algo de tiempo a planificar un poco, descubrimos que casi todo lo que nos interesaba estaba en la costa oeste, así que decidimos aprovechar el día para avanzar kilómetros y acercanos a la zona donde teníamos más planes ubicados.
Según íbamos hacia el norte, el paisaje se hacía todavía más agreste. Los bosques desparecían de la vista, y daban lugar a vastas extensiones de páramo y montañas azotados por el viento.
Aunque el objetivo era avanzar cuantos más kilómetros, hicimos un par de paradas importantes:
- El Castillo de Dunrobin: más que castillo, es un palacio afrancesado (château) con jardines siguiendo la influencia gala. El castillo lleva en uso desde el S.XIV ocupado con distintos objetivos. Actualmente, está abierto al público y se pueden visitar las estancias y los jardines. En el jardín francés hay un museo aunque es más bien una colección cinegética, no muy de mi gusto. Además, coincidió que había una exhibición de cetrería, pero en general me da penica ver animales así, y en seguida nos fuimos.
- El Castillo de Sinclaire Girnigoe, un castillo en ruinas, que se visita totalmente por libre (y bajo tu responsabilidad…). Las ruinas que quedan dan una buena imagen de cómo debió ser y además hay algunos paneles con dibujos que ayudan a imaginárselo. Es muy chulo porque parece que surge de la misma roca de la montaña, y la muralla se mete en el mar, dando al conjunto mucha épica.
En un viaje así, además de las paradas programadas, hay que dejar espacio para aparcar el coche un rato en algún mirador de los muchísimos que hay, para disfrutar de las vistas
Por fin llegamos a nuestro rinconcito para esa tercera noche: detrás de una iglesia en ruinas, rodeada por un cementerio y a orillas del mar. Sí, también sospechamos de habría zombies, pero el resultado os sorprenderá. Como llegamos prontito, aún nos dio tiempo a pasear por la playa tranquilamente y hacerme amiga de todos los perretes que había por ahí.
Cuarto día
Nos despertó un viento huracanado justo cuando sonaba el despertador, y nos dimos cuenta de que, contra todo pronóstico, no habíamos tenido movida zombie. Al sentir que la misma furgo podía ser arrastrada por el viento, y temer por nuestra vida, entendimos que los zombies andarían a varias millas náuticas de distancia, agarrándose a algún cetáceo con suerte.
Fuimos hasta Lochinver, donde hicimos la ruta del río Inver, y que me gustó muchísimo. En la primera parte, fuimos junto al río Inver, un paisaje de hadas.
Después el camino nos internaba en las Highlands, peladas y agrestes, donde nos imaginamos a poblados pictos resguardándose del viento y pensando que ojalá llevasen más abrigo.
La tercera parte de la ruta nos llevaba junto al Loch Culag, donde hemos fantaseado sobre qué haremos cuando llegue por fin la dictadura del proletariado.
En Lochinver hemos visto que había una fábrica de pasteles salados, pies en inglés, con muy buena pinta, donde además daban sopita, así que hemos comprado varios para comer y nos sentaron de lujo. Deliciosos. Otro producto escocés que me ha gustado.
De sobremesa, nos asomamos al castillo Ardvreck, una ruina muy pintoresca, con su loch y un entorno precioso. Hemos intentado hacer txipitxapa pero Alex me ha robado todas las piedras buenas y por su culpa no he conseguido ninguna…
En Ullapool (no confundir con Unapool, que está un poco más al norte y dicen que una se puede confundir y mandar ahí a alguien…, bueno, que la amiga soy yo), en Ullapool, como decía, hicimos compra grande y después nos fuimos hasta el parking de la Garganta de Corrieshalloch donde haríamos otra noche al raso furgonetil. Fue de nuevo noche tranquila porque por las carreteras tan secundarias por las noches no hay tráfico apenas.
Quinto día
Tras amanecer, nos fuimos a dar el paseo por la Garganta de Corrieshalloch (dilo tres veces en voz alta y te tragas tu propia lengua); es una garganta muy pronunciada, formada por la acción de un río que se heló y desheló varias veces. Hay un mirador desde el que se ve tanto una gran cascada en el río como las propias entrañas de la garganta.
Después fuimos a Gruinard Bay; allí nos acercamos un rato a la playa donde pudimos pajarear un poquito. Además, desde el aparcamiento seguimos un camino de piedras y barro hasta una casada. La ruta no fue nada espectacular pero nos hizo bueno y pudimos disfrutar.
La última parada “con nombre” del día fue la visita al Jardín Botánico de Inverewe. Era una propiedad privada, donde un señor muy motivado creó un jardín botánico para su hija. Sin embargo, es un terreno totalmente expuesto al viento, así que era una misión complicada. Nuestro héore, Osgood Mackenzie, no se dejó amilanar por este contratiempo y lo resolvió plantando miles de árboles para que hicieran de barrera natural contra el viento y protegieran el jardín dentro. El resultado es un jardín imposible, mucho más grande de lo que me imaginaba, y que se puede pasear tranquilamente por las distintas zonas. Pillamos justo la floración de los rododendros y azaleas y el aroma era embriagador. Esta fue una visita un poco improvisada, para “rellenar” tiempo antes de ir al camping y nos sorprendió y encantó. ¡Muy recomendable!
Y tras esta explosión de olores y colores, nos fuimos a pasar la noche a un camping en Gairloch.
Sexto día
Teníamos prevista una ruta un poco más larga para la mañana del sexto día, así que sin mucha dilación fuimos a la zona de salida. El punto de inicio está en una carretera terciaria, de un solo carril con passing places así que es fácil imaginarse que hay pocos aparcamientos habilitados. El que teníamos visto estaba lleno (sólo cabían cinco coches) así que tocó improvisar, dar la vuelta y ser muy creativos en el arte de “esto es un hueco para aparcar”.
Como era sábado, en el trayecto notamos que había muchos más coches, y me entretuve pensando en el caos farragoso que serán las Highlands en temporada alta. Además, en esta zona el firme está para revisar en muchos sitios.
Pero ya por fin, pudimos comenzar la ruta del Loch Coullin. Era muy sencilla, pero nos acercaba a un par de loches además de tener la imponente presencia de unos montes pelados. El tiempo fue excepcional, con el cielo despejado y el sol calentando. Por ahora es el día que mejor tiempo ha hecho. Estamos teniendo suerte con la lluvia, pero el sol está siendo muy esquivo, así que disfrutamos doble del paseo.
De camino hasta nuestra siguiente parada, nos detuvimos en una marisquería donde mi hermano comió en su viaje en 2008. Nos lo había recomendado y nos parecía graciosa la idea. Lo realmente gracioso fue descubrir que ¡el sábado es el día de cierre semanal del restaurante! Los horarios en Escocia son siempre una sorpresa. De casualidad se asomó el chef que vive al lado; le dijimos que veníamos recomendados por el mismíismo Martxe pero ni por esas nos dio una cigala. Eso sí, nos dejó usar el parking del restaurante y se lo agradecimos colándonos en las mesas que tiene en la terraza donde nos comimos unos sandwiches con poquísima langosta y extra de chedar.
Y tras la pantagruélica comida, dejamos definitivamente la NC500 y visitamos el Castillo de Eilean Donan. Había poca gente y pudimos aparcar sin problema y hacer la visita tranquilamente. Lo más llamativo son los exteriores, aunque como íbamos con tiempo de sobra, pudimos dedicar un buen rato a la exposición de dentro y me gustó mucho. Actualmente es el castillo del clan MacRae y todas las salas están llenas de fotos familiares, así que queda un efecto muy curioso el castillo del S.IX con las fotos del 70 cumpleaños de la abuela Maggie.
Y así terminamos nuestra visita por la North Coast 500; son 516 millas en recorrido circular; hicimos la costa este, después el norte y finalmente la costa oeste. El sur no nos dio tiempo. La ruta en sí misma no es una única carretera, sino un montón de carreteras que unen sitios famosos. Es una buena excusa para recorrer parte de las Highlands y hay mucha información sobre la misma.
Según me dijo una mujer que también estaba haciendo la ruta, la razón para hacerla en sentido horario es evitar los mosquitos; para nosotros no fue un problema en esta época, pero en verano seguro “que te comen”, así que puede ser buen tenerlo en cuenta. Como está teniendo mucho impulso turístico, nos encontramos muchas zonas de aparcamiento, baños públicos limpios y otros servicios a lo largo de toda la ruta.
Para mí fue complicado prepararme las visitas en la ruta: todo me llamaba la atención y no tenía claro hasta dónde avanzar cada día. Creo que yo me organizo mejor ubicando “qué cosas quiero ver” en lugar de “qué carretera quiero seguir”. A esto se le suma que los campings están teniendo mucha demanda y en muchos de ellos no conseguimos plaza en el mismo día. Al final, nos organizamos un plan que tenía los imprescindibles y a partir de ahí pudimos maniobrar los detalles diarios.
Han sido unos días fantásticos, recorriendo lugares emblemáticos y otros más locales, siguiendo el recorrido de la costa norte de Escocia. La siguiente parte del viaje nos adentra a una isla fantástica, pero de eso os hablaré en el próximo post. Y por si queréis algo realmente emblemático, ¡va un selfie tontako!
Y el resto de fotos de la NC500: