Decidimos hacer una escapada de día a North Berwick, un pueblecito costero que los locales llaman con orgullo La Biarritz del Norte.
El pueblo
North Berwick o Bearaig a Tuath se sitúa en el sureste del Fiordo de Forth, es un pequeño pueblo de unos seis mil habitantes y un plan perfecto de playa y “pajareo”. El el S.XIX se popularizó esta región como zona de ocio para las clases pudientes de Edimburgo: playa, relax y golf. A día de hoy mantiene su encanto aunque ha actualizado sus actividades para todos los públicos. Además, como está en un sitio privilegiado por su biodiversidad, también se ha desarrollado turismo de observación de aves principalmente.
El centro de visitantes
Llegamos por la mañana con tiempo de sobra para ir a la exposición Discovery Experience del centro de conservación que está junto al muelle. Se trata de una exposición interactiva muy dirigida a niños en cuanto a las explicaciones y actividades; sin embargo, me ha llamado mucho la atención que el foco del contenido está puesto en la situación desastrosa actual (con mucho peso en el desastre) y con pocas propuestas. La niña que llevo dentro ha salido de la exposición con una pequeñita depresión de caballo y con el nihilismo a flor de piel, si es que acaso esa niña supiera qué demonios es el nihilismo.
Por otro lado, la tienda del centro está genial y me he curado del vacío existencial gastando libras en un folleto para identificar aves, y disfrutando de un café totalmente sobrepreciado (y muy rico por cierto).
El pajareo
Hacia las 13 llegaba el plato fuerte de nuestra visita. Habíamos contratado con una empresa un paseo en barco que nos llevaría a dos islas cercanas a la costa, donde en teoría podríamos ver aves. Un montón de aves. Mogollón, vamos.
La guía del grupo es la primera escocesa que habla inglés (ya os contaré en otro momento, pero el resumen es que en Esocia no hablan inglés) y nos fue dando explicaciones muy amenas e interesantes sobre el ecosistema que estábamos visitando. Craighleith y Bass Rock son las dos islas donde “pajarear”. Pertrechados con los binoculares y atendiendo a las indicaciones de la guía hemos visto muchísimas aves: cormoranes moñudos y grandes, gaviotas, alcas, alcatraces, araos comunes y aliblancos, ¡¡incluso hemos podido ver frailecillos!!
La isla de Bass Rock es conocida por ser el sitio donde anidan cientos de miles de alcatraces. Hay tantas aves que la superficie parece blanca (y no, no es solo por la caca de tanto pájaro), y al acercarnos había tantas levantando el vuelo que parecía que la isla se iba desgarrando poco a poco. Cuando ya estábamos realmente cerca y podíamos distinguir bien a las aves, descubrimos que estaban en plena época de cortejos y fue un poco raro cuando nos contó que los alcatraces tienen una pareja de por vida y todos los adultos nos miramos echando cuentas de la cantidad de divorcios a nuestras espaldas. Luego, para que dejara de ser raro, unos niños preguntaban con insistencia que por qué ese alcatraz se ponía a dormir encima de ese otro alcatraz… lo dijo en escocés y yo no entendí nada, pero la risa floja de los padres dejaba poco lugar a dudas XD
Por si fuera poco, en la isla hemos visto también focas tomando el solete, y cuando ya volvíamos al muelle, de pronto a lo lejos, ¡¡delfines!! La guía nos ha avisado de que los barcos tienen prohibido acercarse a los delfines (¡menos mal!) pero que eso rara vez impide que los delfines se acerquen porque son muy juguetones. Efectivamente, en pocos minutos teníamos varios delfines nadando junto a nuestro barco. Ahí todos a una dábamos un pequeño grito cada vez que aparecían la aleta y el lomo a escasos metros.
La langosta
Con el subidón por una visita que ha superado todas nuestras expectativas, hemos ido a un restaurante junto al muelle famoso por su marisco. Nos hemos dejado aconsejar y hemos tomado seafood chowder (una especie de sopa cremosa de pescado y marisco), mejillones a la marinera y, por supuesto, langosta. Estaba todo super rico, pero en particular la sopa estaba increíble. Tanto que casi me ha reconciliado con la gastronomía escocesa. Casi.
Después hemos dado otro paseo por el pueblo y por la línea de costa y a media tarde nos hemos vuelto a Edimburgo. Es un plan de día algo distinto de los que se suelen hacer desde la capital, pero me ha parecido muy recomendable. Es cierto que tuvimos mucha suerte con el tiempo, ya que nos hizo soleado y pudimos disfrutar de las visitas al aire libre. Con todo, merece mucho la pena si te gusta ver fauna en su hábitat natural.
Y para fauna en su hábitat natural, aquí dos ejemplares de Tontakus Tontakos, muy cerca del fotógrafo de la National Geographic:
Y el resto de foticos del día: