¿Qué sabemos de Lisboa en España? - nos preguntó el guía. Y ante el silencio del grupo, él mismo respondió - Nada. Y es esencialmente cierto; en España poco miramos al país vecino. Hasta hace relativamente poco tiempo no había ido a Portugal; fui incluso antes a los USA o a Argentina. Hace unos pocos años visité el país luso por primera vez y me encantó: descubrí un paisaje fantástico, gente muy amable y cuestas.
Tras la visita por Lisboa, tocó coger el coche de nuevo y encaminarnos hacia Sintra; es un sitio muy turístico pero tenía pinta de merecer la pena el agobio previsible; es un fantástico pueblecito cuyo centro histórico está en una loma (no os lo esperábais, ¿eh?). Callejuelas, tienditas y una avalancha de turistas que nos llevó a pensar que en Octubre será mejor época. Sintra fue un lugar de mucha importancia en el pasado de Portugal y tiene varias visitas monumentales interesantes, de los cuales el más importante es el Palacio da Pena.
Lisboa es una ciudad. Punto pelota. Tiene sus plazas, sus zonas chungas, sus zonas pijas, sus tiendas, iglesias, monumentos y gente. Y eso es lo que opino de las grandes ciudades. Lisboa tiene, claro, sus particularidades; por ejemplo: resbala. Mucho. Esto nos ha dado la oportunidad de demostrar una vez más que somos monguer de primera categoría mientras bajábamos una calle genérica esquiando sobre nuestras sandalias.
Más peculiaridades: está sin planchar.
¿Recordáis que os comenté que en Oporto o se sube o se baja? Pues Coimbra la tiene más larga. Gana de calle. Aquì todo es subir y/o bajar, con un “de la ostia” adjunto. No tienes una cuesta, tienes una cuesta de la ostia. Es una ciudad preciosa y no me quiero ni imaginar lo potita que estará cuando la planchen, que está llena de arrugas la jodía.
Salimos de Oporto con niebla agarrada y con pena de ir dejando el norte, que tan precioso es.