Por variar un poco de escenario navideño, Alex y yo nos hemos venido a pasar unos días a los Cátaros.
La elección no fue fácil; estamos hablando de una ruta que rememora y casi encumbra 40 años (o incluso menos) de herejía cátara. Y ya sabéis que yo con las herejías no puedo; pero es que Alex se empeñó. Y me dijo que habría tarta tatín y crepes. Herejías de las buenas.
Como teníamos previsto visitar Carcassonne, debíamos levantarnos pronto, recoger las maletas y salir de Toulouse a una hora prudencial. Por eso nos hemos levantado tarde y nos hemos ido a pasear por el jardín japonés que hay al lado de donde nos habíamos alojado:
Templo rodeado de su laguito. Todo muy japonés :) Incluye puente y ninjas, que claro, no podéis ver. Dato curioso, según la teoría francesista, Gardel nació a dos portales de donde estábamos alojados en Toulouse.
Hoy tocaba ruta por chateaux y pueblées cátaros. Según asomaban los primeros rayos de sol Más o menos cuando nos ha apetecido, nos hemos levantado y me ha tocado coger el coche camino a Payperview. Según íbamos de camino, Alex ha hecho una de sus ya típicas jugadas de, “ey, mejor cambiamos la ruta, que quiero ir a la abadía Fuenfría o Fontefrié“.
Último día de estas vacaciones cátaras. Tanto va el cátaro a la fuente… (es que si no lo digo, reviento). Pues bien, ayer os comentaba que nos tocaba el sur-oeste. No hay caso. Hoy cogió Alex el mapa y se inspiró, “¡mejor vamos al norte!”. Y al norte que fuimos.
Primera parada, buscar “los mejores croissants de la ciudad”, gracias a las instrucciones de nuestro anfitrión. Nos dio las instrucciones mal.