Aquí comienza un viaje muy especial, tal vez el más especial de cuantos hemos hecho hasta ahora como Equipo Tontako: para nuestro viaje de novios, nos fuimos a ¡Nueva Zelanda!
Antes de nada, alguno me ha venido a decir: “¿¡Cómo que no estabais casados!?”. Pues sí, once años de Tontako Team en el que no habíamos sentido la llamada del compromiso. Pero fue pensar en este viaje y que queríamos visitar el país largo y tendido y de pronto nuestro corazón hizo bum, bum al son de los quince días por permiso por matrimonio. Y con esas nos casamos.
Los preparativos del viaje
¿Cómo de largo y tendido? Seis semanas (6) en el país kiwi, con la idea de recorrer las dos islas principales. El viaje clásico actualmente son 3 semanas, pero nosotros queríamos venir con tiempo para conocer y pasear el país y con mucho margen para replanificar (pues el tiempo es muy inconstante).
Una vez que teníamos el punto de partida, nos pusimos a coordinar la logística. Buscamos qué fecha nos cuadraría mejor por estación y temporalidad y resulta que nos venía de lujo a principios de marzo, con lo que hicimos que la boda coincidiera con el aniversario tontako y así además es una fecha menos que memorizar :D Después cogimos los vuelos y reservamos la caravana y ya teníamos lo que necesitábamos para empezar a planificar en serio.
Para entrar como turista en Nueva Zelanda hacen falta un par de cosas:
- la NZETA, una gestión online sencilla
- la declaración del viajero, que se puede hacer en el avión u online. Yo le dediqué mucho tiempo a saber qué hay que declarar y cómo declarar ciertas cosas para evitar problemas; en nuestro caso no hicieron ninguna inspección ni cuando les dijimos que llevábamos semillas de kiwis de Monsanto. Con lo limpias que había dejado yo las botas de senderismo…
Aparte, es conveniente tener una dirección postal en NZ, eso sí nos lo pidieron. Como hacíamos la primera noche en un hotel en Auckland, dimos esa dirección.
Este viaje requirió mucha planificación. De primeras, nos resultaba más difícil saber cuántos planes tenía sentido encajar o cómo modular el ritmo de visitas y paseos. Me leí muchas guías y muchas bitácoras para saber cuáles eran los imprescindibles y descubrir cuáles no nos apetecían. También buscamos planes que no salen en las guías pero que nos atraían mucho (hola, pajareo). Con esto montamos un mapa con todos los POIs (puntos de interés) con lo cual pudimos imaginarnos una ruta y hacer una especie de calendario (muy cogido con pinzas, pero útil). Esto sirvió para poder reservar algunos imprescindibles donde la antelación es importante:
- la visita a Hobbiton
- el ferry para cruzar a la isla Sur
- el helicóptero para el glaciar
- la visita a Milford Sound
Tocó también aprender sobre la idiosincrasia del turismo de caravana en Nueva Zelanda: qué tipos de campings hay, cómo funciona la acampada libre, qué aplicaciones usan los camperistas en las islas… y tocó ver cómo conseguir datos en un país donde, según leí, no eran super generosos con la wifi o con la cobertura.
Todo esto mientras me leía unas cuantas novelas ambientadas en Nueva Zelanda como inspiración e iba también aprendiendo sobre la cultura y la historia de esta parte del mundo. Como veis, teníamos por delante un viaje grande y queríamos ir preparados.
El viaje
El trayecto en sí mismo fue más largo que algunas escapadas tontakas y podría tener su propio post. Tranquilas, no os voy a hacer sufrir así, ya sufrí yo y apenas me quejo… Fueron unas 35 horas de viaje entre vuelos y escala en Santiago de Chile.
El aeropuerto de Santiago de Chile me recordó mucho a la T4, visualmente y en su experiencia de usuario, aunque aquí sí que llaman a pasajeros por megafonía. En concreto, Diva González, vete de una puñetera vez a la puerta A6, que están tus maletas en bodega y si no vienes, nos tenemos que liar a sacarlas todas y en un aeropuerto el coste hundido es sagrao, Diva González joder que ya te he llamado catorce veces y estás ghosteando a toda la aerolínea por el piloto ese capullo que te trató mal, pero es que not all aerolíneas, Diva González.
Teníamos una escala de cuatro horas en las que quería haberme duchado si no fuera porque no encontré cómo hacerlo. Aún tenía un as en la manga puesto que en el aeropuerto de Auckland ya había visto que sí había duchas. Y al llegar, ahí tras un largo viaje, repito, treinta y cinco horas, descubrimos que las duchas están de obras. Eran las 5am y la entrada a nuestro hotel era a las 14. Nos iba a tocar apestar a mofetilla en un país donde los mamíferos apestosos están super mal vistos.
¡Pero yo tenía otro as en la manga! (son mangas hechas por Mary Poppins). Llegamos al hotel y (os lo juro) se dio esta conversación:
- Nos acabamos de casar, por favor, denos la habitación
- Es que es muy pronto
- No es para tabicar, es para ducharnos
- Señora, le digo que es pronto, los huéspedes siguen durmiendo
- Mire que si me da la habitación, me divorcio de él y me caso con usted -yo lo comenté como propuesta pero sonó a amenaza
- Señora, que yo ya estoy casado
- Mejor, porque atención -y levanté los dos brazos para que entendiera la situación de apestosidad
Sahid el recepcionista abrió los ojos, se puso verde y nos dijo que si esperábamos una hora nos daba una habitación, y si esperábamos un poco más, él se desmayaría. ¡Y así amiguis funciona la diplomacia! Y así también es como nos plantamos en Auckland listos para visitar.
Auckland
Auckland es una ciudad y tenía toda la pinta de que no me iba a gustar demasiado. Me gustó incluso menos de lo que yo creía por lo muchísimo que se parece a ciudades de Estados Unidos de un vistazo superficial. Así que nos alegramos de haber dado a la ciudad un solo día y buscamos las visitas que más nos apetecieran.
Fuimos al War Memorial Museum, un museo bastante grande donde hay salas de todo tipo: desde historias actuales de Auckland, cultura maorí y su conexión con la Polinesia y, por supuesto, volcanes. También hay un ala dedicada a la participación de Nueva Zelanda en distintas guerras, es el ala que da nombre al museo, aunque no es la parte más extensa.
El museo tiene muchísimo material y está muy bien organizado; a su favor está que es fácil ubicar el área temática y que tiene muchos objetos bien expuestos. Por otro lado, yo tenía la expectativa de aprender más en un museo así, sobre formación geológica y sobre cultura maorí y me supo a poco, como una oportunidad perdida. Me pareció curiosa (y algo morbosa) la instalación que tienen donde entras en un salón con un ventanal que da al mar, y simulan un terremoto con tsunami, con sus buenos meneos y todo.
El sueño empezaba a hacer mella, pero teníamos que aguantar como fuera hasta la noche para ir adaptándonos (spoiler del futuro: una semana después aún tenía jetlag). Fuimos dando un paseo hasta el Albert Park, donde ya empezamos a sentir el cosquilleo pajarero que nos acompañaría el resto del viaje, ya que fuimos descubriendo muchas especies nuevas en los parques.
Llegamos hasta la Clock Tower, un edificio histórico que forma parte del campus de la universidad. En teoría, se puede visitar desde fuera; en la práctica entramos con cara de estudiantes de Bellas Artes y subimos hasta arriba. Lo mejor fue recorrer esta parte del campus, formado por varios edificios pequeños y conectados por caminos con muchos rinconcitos coquetos. Algún rinconcito incluso tenía un caché.
Nuestro paseo nos llevó hasta la Plaza Aotea, que es la plaza del ayuntamiento y del ambientillo; estaba toda de obras y solo pudimos ver el Portal Waharoa de lejos. Y desde ahí tardamos poco en llegar a los muelles, donde hay también mucha actividad y restaurantes. Me tomé un helado tan rico que se merece aparecer en este blog.
La ciudad, como ya digo, no me impresionó en absoluto, aunque en el museo vi algunos barrios que tenían buena pinta, con carril bici y muchas zonas comunes. Con todo, nos sirvió muy bien como toma de contacto y para ir aclimatándonos.
La caravana
Al día siguiente tocaba recoger la camper de Jucy, la casita con la que pasaríamos las siguientes seis semanas. La primera impresión fue bastante mala: nos atendió una persona que no tenía ni la más remota idea, y además intentaba ocultarlo aunque le pillábamos todas. Aparte, la camperización de la furgo era particularmente básica y chapucera, sin atención a ningún detalle y con mal aprovechamiento del espacio. Fue un momento delicado, pues teníamos mucho compromiso con el vehículo ya que fue con diferencia la partida más cara del viaje; decidimos dedicar algo de tiempo a hacerle pequeñas mejoras y a cogerle el tranquillo y, afortunadamente, en pocos días ya podíamos llamarla Tontakoneta.
El pajareo
A Nueva Zelanda vinimos con muchas ganas de pajarear, es un archipiélago de aves y muchas de ellas sólo se encuentran en estas islas. Trajimos los binoculares, las guías de aves y varias actividades de pajareo. Este es el listado de las aves que fui descubriendo en cada etapa del viaje, comenzando por esta etapa: tui, gorrión común, palomas bravías, ánades azulones, zorzal común, mirlos, miná común, golondrinas australianas, gaviota plateada y gaviota cocinera.
Y para pájaros, estos dos tontakos:
Podéis ver el resto de fotos en el álbum de Flickr.
Índice de posts de Nueva Zelanda 2024
- Nueva Zelanda 2024 - Comenzamos
- Nueva Zelanda 2024 - De Coromandel al Lago Taupo
- Nueva Zelanda 2024 - Tongariro Alpine Crossing
- Nueva Zelanda 2024 - Wellington
- Nueva Zelanda 2024 - Abel Tasman National Park
- Nueva Zelanda 2024 - Por la West Coast hasta Queenstown
- Nueva Zelanda 2024 - Fiordland, tierra de fiordos
- Nueva Zelanda 2024 - Tras los pingüinos
- Nueva Zelanda 2024 - Monte Cook y los lagos
- Nueva Zelanda 2024 - De Arthur's Pass a la Costa Este
- Nueva Zelanda 2024 - Picoteo por la Isla Norte
- Nueva Zelanda 2024 - El norte del norte
- Nueva Zelanda 2024 - Entrevista pajarera
- Nueva Zelanda 2024 - Itinerario y pecunia