De cómo recorrimos el Sur de la Isla Sur y de los pingüinos que perseguimos en nuestro viaje por Nueva Zelanda.
The Catlins
Los Catlins es una región al sur sur de Nueva Zelanda, y donde se puede esperar grandes praderas, reservas de animales marinos, colonias de pingüinos, cascadas y muchas playas. Decidimos recorrer esta zona en busca de un poco de todo.
En Curio Bay paseamos por encima de un bosque petrificado y dimos un paseo por los acantilados con unas vistas fantásticas. Aunque es zona de avistamiento de pingüinos, nosotros no vimos ni uno y poco sabíamos entonces de lo que iba a costarnos verlos.
Las McLean Falls son unas cascadas chulísimas y que no me esperaba en absoluto, ya que el descubrimiento de las mismas es una sorpresa constante gracias a un camino que juega con el paseante.
Hicimos una demasiado breve parada en The Lost Gypsy Gallery Bus, un sitio realmente alucinante, de un tipo que recicla de todo y monta pequeños ingenios, con una decoración boho - circense. Llegamos a punto de cerrar y solo pudimos ver el autobús y la parte de fuera, pero habría molado ver el resto.
Finalmente llegamos a Nugget Point, llamado así porque Cook, el descubridor y cocinero del estrecho dijo que había unas piedras que parecían pepitas de oro. Ya comenté que había venido con la mente abierta hacia los nomenclatores kiwis, pero de verdad, de verdad, que lo ponen super difícil…
Lo interesante del sitio no fueron las pepitas sino que hay un punto de observación de pingüinos amarillos. Llegamos a tiempo al observatorio y había poca gente, aunque toda se fue yendo cuando los puñeteros no aparecían.
Pero yo, que ya llevaba unas semanas de pajareo intenso, me vi con capacidad de ponerme en el lugar de los pingüinos que estaban escondidos en el mar. En concreto, en la mente de ese primer pingüino que se asoma y abre la veda para que el resto salga del agua y acuda a sus guaridas. Y este pingüino en cuestión, al que llamé Dalton, pensaba: “es que hay mucha gente, mejor no salimos”. La gente éramos nosotros, aunque estábamos escondidos, sabíamos que Dalton había tomado nota de cuánta gente había en el hide. Además, había cabras en las laderas junto a la playa, que no son bienvenidas en la comunidad pingüina, y Dalton pensaría: “joder, es que hay cabras también”. Entonces yo, yami (no la cabra), pensé en una estratagema, en la que convencí a las cabras para hacer una pantomima por la cual parecía que nos íbamos pero no. Y así Dalton y el resto saldría. Total, que ya era noche cerrada cuando decidimos que volveríamos a la furgoneta.
¿Conseguimos ver los pingüinos? Por supuesto que no. ¿Qué conseguimos entonces? Yo conseguí congelamiento de orejas y vosotras, queridas lectoras, una historia de superación y conocer a Dalton. No sé qué más queréis para darle like a mis posts.
El día de los Catlins fueron planes tranquilos, en zonas de turismo interior, donde las campers foráneas habían desaparecido prácticamente. Pudimos hablar con varios locales y pasar un día entrete.
Dunedin y la Península de Otago
Ya en la costa este, teníamos un día reservado para Dunedin y la Península de Otago.
Dunedin es una ciudad mediana, y que pillamos justo el día de festivo con casi todo cerrado. Aun así, nos dio la sensación de que un día cualquiera no iba a tener mucho más ambiente, ya que había una sorprendentemente alta cantidad de empresas de asesoramiento legal. Teníamos la furgo justo donde la estación de tren, que ya solo se usa para trayectos turísticos, y que está muy bien conservada y es muy chula.
También tiene un par de catedrales así bonicas, y la Plaza del Octagon, que no tiene ningún sentido lo mires por donde lo mires.
En general la ciudad está toda en cuesta y ni fu ni fa. Lo que nos gustó fue la cena homenaje con cata de cervezas en una fábrica de cerveza local. Y donde probamos el plato más random de la historia que incluía pollo, bacon, melocotón y alioli (entre muchos otros ingredientes).
Después sucedieron más cosas pero yo ya no estaba para acordarme, hip.
La Península de Otago es una península volcánica con una carretera panorámica junto a la costa realmente bonica (y ojo que se hacía larga). Es un buen sitio para ver albatros y pingüinos, así que reservamos una salida en barco que se acercaba a la colonia de albatros.
Estábamos 7 adultos y 4 niños ahí esperando a nuestro barco, cuando uno del grupo recibió una llamada de la empresa: nos cancelaban el viaje. Para uno de los matrimonios de ahí era la segunda vez que les cancelaban la salida y estaban enojadísimos. En esas pillé por banda al capitán de otro barco que estaba justo ahí y le convencí de que nos hiciera el paseo él; él llamó a su jefa, la jefa dijo que sí, pero sólo si íbamos todos (para que les compensara la salida). Así que teníamos la oportunidad de ir 11 en una salida donde pueden llegar a ir 50. Pues la familia enojada dijo que no, que estaban muy cabreados y que se piraban… Lo comprendimos pero fue un poco chasco porque era una oportunidad bastante guay. Así que Alex y yo agendamos de nuevo nuestra salida y fuimos por la tarde.
El barco estaba bastante lleno pero pillamos un sitio estupendo. Vimos varios albatros, miles de cormoranes e incluso alguna foca. Y de pronto, Alex, gritando como sólo él sabe hacerlo, dijo: ¡un pingüino! y ahí nadaba más solo que la una un pingüino que se debió perder la clase de GPS.
La mar estaba bastante picada y no pudimos salir a mar abierto. Y menos mal porque con los botes que dimos en la barca parecía que nos íbamos por la borda. El paseo estuvo en general bien, aunque yo esperaba bastante más de una actividad específica para ver albatros, pingüinos y delfines. De nuevo se nos escapaban… grrrr
En la Península también visitamos El Castillo de Lanarch, un castillo con jardines, de propiedad privada, bastante chulo y que se remonta a los primeros nacidos en Nueva Zelanda, pero que querían marcar su ascendente británico. La historia de los dueños originales es un culebrón con infidelidades y suicidios que nos tuvo entretes un buen rato.
Después visitamos los jardines que son realmente impresionantes y que nos tuvieron entreteindos otro buen rato.
Oamaru
Condujimos hasta Oamaru con tranquilidad y alguna parada de las más emblemáticas. Así bajamos a la playa de los Morekai boulders, donde hay grandes piedras con forma esférica, que se supone que son las frutas que Maui traía en su waka cuando descubrió la Isla Sur. Actualmente están bastante enterradas en la arena y solo se puede apreciar el tamaño por unas pocas. Como hacía bueno, aprovechamos para pasearnos la playa entera, que era realmente muy bonita, y yo hice check en el Pacífico. Con esto, he hecho check en el Pacífico en su extremo oriental (California) y en su extremo occidental (Nueva Zelanda).
También estuvimos un rato en la Bushy Beach, que es un sitio clásico de encontrar pingüinos amarillos. Adivinad… Bueno, el caso es que cuando llegamos nos encontramos con un montón de focas tomando el sol, o jugando en la orilla o peleando por un trozo de alga.
En Oamaru hay una colonia de pingüinos y fuimos a la hora buena a ver si teníamos suerte. Al llegar nos encontramos un complejo turístico que han montado recientemente y que nos pareció terrible y salimos pitando. Así que otra vez se nos escapaban los pingüinos…
Aparte, Oamaru es una ciudad pequeña-mediana, con unos jardines preciosos y un paseo marítimo muy agradable. Es famosa porque ha “institucionalizado” el steam punk como reclamo turístico y hay un montón de esculturas de este estilo por las calles, además del célebre Precinto Victoriano y el Museo Steampunk.
El precinto victoriano es una calle que mantiene las fachadas antiguas y que está llena de cafés y tiendas de arte y souvenirs. Está muy bien cuidada aunque yo pillé a un paisano por banda y le sugerí que la hicieran peatonal. El paisano no había oído hablar de un concepto así en su vida.
El Museo SteamPunk resultó ser una chatarrería un poco venida a más. Se supone que todo es interactivo, lo que siginfica que puedes presionar todas las teclas y botones, pero no significa que vaya a suceder algo. Aunque en honor a la verdad sí que puede suceder algo: puedes pillar el tétanos. Como la entrada no era barata, decidimos pillar un par de tétanos y aprovechar bien la visita.
Pajareo
Registro pajarero de las aves que vi por pirmera vez durante estas visitas: ¡el pingüino azul! el único e inigualable.
Y para que vosotras también aprovechéis bien este post, ¡el selfie tontako!
Podéis ver el resto de fotos en varios álbumes de Flickr:
Índice de posts de Nueva Zelanda 2024
- Nueva Zelanda 2024 - Comenzamos
- Nueva Zelanda 2024 - De Coromandel al Lago Taupo
- Nueva Zelanda 2024 - Tongariro Alpine Crossing
- Nueva Zelanda 2024 - Wellington
- Nueva Zelanda 2024 - Abel Tasman National Park
- Nueva Zelanda 2024 - Por la West Coast hasta Queenstown
- Nueva Zelanda 2024 - Fiordland, tierra de fiordos
- Nueva Zelanda 2024 - Tras los pingüinos
- Nueva Zelanda 2024 - Monte Cook y los lagos
- Nueva Zelanda 2024 - De Arthur's Pass a la Costa Este
- Nueva Zelanda 2024 - Picoteo por la Isla Norte
- Nueva Zelanda 2024 - El norte del norte
- Nueva Zelanda 2024 - Entrevista pajarera
- Nueva Zelanda 2024 - Itinerario y pecunia