Generalidades
Hemos usado agua embotellada para todo, incluyendo lavarnos los dientes. Es posible que hayamos pecado de conservadores pero nos habían dado un largo anecdotario de vacaciones estropeadas y no quisimos arriesgarnos. El agua se cobra siempre aparte en los restaurantes, y no es nada barata en comparación con el resto de la comida. Lo bueno es que es normal que te lleves la botella del restaurante si sobra. Nosotros en algún sitio incluso llevamos nuestra propia agua.
Desde hacía dos días había nevado tanto que el paso del Atlas estaba a ratos cerrado, así que no teníamos muy claro qué tal discurriría nuestro trayecto hasta Marrakech. En la carretera había más caos del habitual, nieve a los lados y mucho barro, pero con calma y paciencia logramos llegar a Marrakech. Allí devolvimos el coche y nos fuimos a dejar nuestro equipaje al riad de la primera noche, que nos gustó tanto como para repetir.
Continúa el periplo tontako por el sur de Marruecos. La siguiente parada era el Valle del Dades, otra zona super recomendada por los paisajes. Llegamos al riad donde nos esperaban con la habitación caldeada. Esto conquistó nuestro corazón para siempre. Fue el alojamiento más cómodo de cuantos tuvimos en el viaje.
Habíamos visto en Tripadvisor la recomendación de un restaurante más estilo europeo, y nos encajó dejar por un día el tajín de pollo.
Dejamos el desierto tras nosotros y nos fuimos un poco al norte. Desde Mhamid recorrimos una carretera que discurre por valles y mesetas hasta Tinhgir, el pueblo que se halla al comienzo de la Garganta del Todra, nuestra siguiente parada.
Llegamos a nuestro alojamiento donde nos recibieron con el habitual té de bienvenida. Como hacía mucho viento y se notaba fresco el té supo genial. Y poco rato después salíamos del riad para pasear aprovechando que aún había algo de luz.
En nuestro riad en Zagora organizan viajes al desierto desde Mhamid y decidimos dejar nuestro coche por un día y hacer el plan turista total. Más sencillo y nos resolvía algunas incógnitas sobre la ruta.
Poco después del desayuno, se presentó Mohamed, nuestro guía y chófer durante los dos siguientes días. Habíamos pedido que si era posible el chófer hablara inglés, pero ya nos olíamos que iba a ser pa’nah; aquí hablan francés, árabe y berber.
Sobre las 10, ya con el sol bastante alto, cogíamos el coche para recorrer parte del valle del Draá, el río más largo de Marruecos. No siempre se divisa el río, pero es fácil ubicarlo por los palmerales que crecen a lo largo de todo su recorrido.
La primera parte del recorrido ha sido en una carretera panorámica, cruzando y recorriendo unos valles monumentales de tierra seca, que dejaban ver claramente los estratos de la roca.
Tercer día de la Ruta tontaka por el sur de Marruecos. Nos dirigimos hacia Ait Ben Haddou, patrimonio de la Unesco por su ksar (ciudad fortificada) y su kasbah (fortaleza).
Fueron 4 horas de ruta cruzando el Alto Atlas por carreteras de montaña. Pudimos hacer algunas paradas para disfrutar de las panorámicas.
De camino nos paró la policía marroquí (otra vez) para echarnos la bronca (y lo que surgiera). Nuevamente nos soltaron rápido cuando dijimos que no sabíamos nada de francés, que solo hablamos inglés.
Tras un genial comienzo en las montañas del Atlas, el segundo día tocaba ir al Valle de Ourika, un enclave más turístico-dominguero y con algunos aractivos naturales que nos llamaban la atención.
La ruta fue tranquila hasta llegar a Setti Fadma, donde un local nos impidió llegar al final del pueblo. Nos dijo que la carretera estaba cortada y que no se podía avanzar. Incluso se plantó delante del coche. Con tanta vehemencia nos lo creímos.
¡Nueva aventura tontaka! Este año decidimos cambiar el tradicional viaje de invierno por el norte de Europa por una visita al sur de Marruecos, por aquello de no ir siempre a zonas gélidas. La previsión en Imlill era de -10. Porque lo viajero no quita lo super tontako.
Llegamos a la plaza Jema el Fnaa de Marrakech el sábado sobre las 20; estaba atestada de locales y turistas, música, corrillos y jaleo.